Uno de los intelectuales europeos más lúcidos, George Steiner, tiene acreditados cinco parámetros para definir qué es Europa: es un café repleto de gentes y palabras, donde se escribe poesía, se conspira, se filosofa y se cotillea; es un espacio construido a escala humana, a la medida de los pies; es el continente donde se ponen a las calles el nombre de los grandes estadistas, científicos y artistas del pasado; es un árbol cuyas raíces están en Atenas y en Jerusalén, en la razón y en la fe. El quinto rasgo es el más inquietante: Europa siempre ha creído que perecerá, que después de alcanzar un cierto apogeo sobrevendrá su ruina.

Hoy, ante el terremoto geopolítico que provoca el ‘brexit’, los apocalípticos abrazan esta idea del final de un modelo. Y es cierto que la legítima decisión de los ciudadanos británicos puede provocar la más grave crisis de identidad de la UE. Pero, ¿alguien se imagina ahora que alemanes, franceses, italianos, españoles… volviésemos a las armas para solucionarlo? ¿Alguien piensa que es posible otra guerra continental como las de 1914 o 1939? En la actualidad nos resulta inconcebible una nueva contienda fratricida porque la mayoría de los ciudadanos nos sentimos europeos. Queremos preservar el Estado del bienestar, nuestra cultura y, sobre todo, la convivencia pacífica. La paz es la auténtica esencia de la UE y su razón de ser.