En escena no vamos a encontrar una representación de la realidad con más o menos teatralidad, sino un hecho escénico real en sí mismo. La trama, al igual que en el desarrollo de nuestras vidas, no existe como tal y la línea argumental no aparece ni única, ni clara, ni definida.
En la obra no existen las elipsis, ni los cortes, ni los pasos del tiempo figurados y no mostrados. Lo mismo sucede con el espacio escénico que en lugar de pretender ser una habitación o un desierto, es eso: un espacio escénico.
Los actores no interpretarán un personaje concreto o ajeno a ellos, y los espectadores no serán una masa invisible.
En definitiva, la pieza creada por Elisa Gálvez y Juan Úbeda no cuenta historias ajenas ni pretende ser una representación del mundo. Se trata de un trabajo donde los actores ya no son actores y pretenden identificarse con la sociedad desde el intimismo.
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