Fernando Pessoa es Álvaro de Campos, Bernardo Soares, Alberto Caeiro, Ricardo Reis; y es, sobre todo, Fernando Pessoa. Este autor múltiple y espejo no se limitó a la poesía, sino que también cultivó la prosa ensayística, desde las reflexiones esotéricas a las guías de viajes. Lisboa ocupa un punto armónico entre los dos subgéneros: escrita en la década de los veinte, su verosimilitud colea –de forma sobrenatural– ochenta años después. Ironías aparte, esta joyita –achaquen el diminutivo a su brevedad, no a su grandeza– se recibe como una carta de amor a la despedida del Tajo, «la hermosa visión de un sueño, elevándose hacia el intenso azul del cielo, que el sol aviva», salpicada de fechas, nombres y descripciones útiles para el turista y el imaginante.
Caminamos, qué lujo, con Fernando Pessoa; su memoria es la nuestra, compartimos su mirada, con él hojeamos la prensa y nos escapamos a Sintra. Entre el médium y la mitomanía, obras como Lisboa demuestran –en fin– que el tamaño no importa.
Eneida / 96 páginas / 10 euros
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