Valdespartera carece de servicios y satura los de Casablanca

Hacen falta centros de salud, farmacias y comercios de todo tipo. El nuevo barrio tendrá a final de año 6.000 habitantes.
La falta de servicios básicos en Valdespartera satura las tiendas, las farmacias y el centro de salud de Casablanca. Los 600 vecinos que viven actualmente en Valdespartera se ven obligados a ir a este barrio para cosas tan básicas como comprar el pan, ir al médico o comprar un fármaco. Al finalizar este año, el barrio tendrá 6.000 habitantes.

Los vecinos que van llegando a vivir a la nueva urbanización se encuentran con que no tienen ni centro de salud, ni farmacia, ni colegio (está previsto que abra le próximo año), ni tiendas y comercios. Y el transporte es, además, pobre. Sólo pasa un autobús urbano cada 40 minutos y encima no alcanza a todo el barrio.

En las horas punta, las principales vías de acceso a Casablanca se atascan con los cientos de vecinos de los barrios adyacentes que bajan al centro de salud, a recoger a los niños o a comprar.

El problema no se queda, sin embargo, sólo ahí. También afecta a los vecinos de otras urbanizaciones con pocos servicios, que acaban recurriendo, y saturando, los de Casablanca.

A los 16.000 vecinos de Casablanca se unen los 5.000 de Rosales del Canal, los 7.000 de Montecanal y los 600 de Valdespartera. En total, 28.600 pacientes para un solo consultorio.

Y si quieres tomar un café... sólo hay un bar

Abierto hasta el amanecer es el único bar del que disponen los habitantes de aldespartera: Las hermanas Rocío y Sierri Rivera tenían un sueño: montar un bar. Sólo tenían una duda: «¿dónde lo ponemos?». La solución la encontraron en el nuevo barrio de Valdespartera. «Sabíamos que no había ningún otro bar en la zona y pensamos que sería fácil tener éxito».

Tenían razón. Cientos de obreros acuden a desayunar, almorzar y comer a su establecimiento. Y los fines de semana «se llena de parejas que vienen a ver cómo van las obras de su casa y, ya de paso, se quedan a cenar o a tomar un refresco».

Desde que abrieron sus puertas, el 11 de octubre de 2007, no han parado. En el bar sólo trabajan mujeres, pero su clientela es, sobre todo, masculina. «Estamos encantadas con ellos, se portan muy bien», comenta Rocío.

Su apuesta fue arriesgada, «ya que, como no vivía nadie aquí, podíamos haber fracasado». Nada más lejos de la realidad. El bar y el restaurante están siempre llenos, y la perspectiva de la llegada de nuevos vecinos anima a las hermanas Rivera.

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