Hay que agradecer la amable carta del alcalde de Oviedo invitando a la ciudadanía a practicar la recogida selectiva de basuras. Por lo visto, tras el impulso inicial nos hemos dormido y ya no distinguimos nuestros desperdicios de lo que es papel, lo que es vidrio y lo que son envases.
Cualquiera que pasee por la noche observará el batiburrillo de bolsas con que se encuentran los recogedores: imposible de distinguir. Mal asunto. En los países más avanzados la recogida selectiva es una prioridad absoluta: hay inspectores que revisan las bolsas y amonestan a quien no respeta las normas.
En Japón, la selección es extremadamente escrupulosa, tanto que a las botellas hay que quitarles la etiqueta. Pero no queda más remedio que hacerlo así. Se nos llena la boca con el respeto al medio ambiente y luego no empezamos por lo más elemental que son los miles de kilos que generamos anualmente de residuos, muchos de ellos innecesarios, cierto, pero reales como la vida misma. O sea, o seleccionamos o la basura se vuelve contra nosotros.
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