El perfil de sintecho en Barcelona será cada vez más el de inmigrantes sin papeles

  • El presidente de Arrels Fundació, Ferran Busquets, afirma que este colectivo aumentará su presencia en los próximos años en la calle y ello supondrá un importante problema social.
  • Cuentan con tres grandes handicaps: no contar con una red de apoyo familiar en el país de acogida, no estar protegido por el Estado y contar con "el rechazo" de parte de la población local.
  • A nivel catalán, 48.454 personas tienen problemas severos de alojamiento y 5.433 viven al raso.
Un voluntario de CRuz Roja ayuda a una sintecho.
Un voluntario de CRuz Roja ayuda a una sintecho.
ISAAC GANUZA
Un voluntario de CRuz Roja ayuda a una sintecho.

Los datos hablan por sí solos. Unas 3.000 personas no tienen casa en la ciudad de Barcelona y 941 personas duermen cada noche en la calle. A nivel catalán, 48.454 personas tienen problemas severos de alojamiento y 5.433 viven al raso, según los últimos datos publicados por Arrels Fundació, una de las entidades más importantes de ayuda a este colectivo que sufre en sus carnes la precariedad habitacional. El Ajuntament de Barcelona alertaba, precisamente, a finales del año pasado, que los ciudadanos que duermen en alojamientos sociales municipales o de entidades han crecido en los últimos ocho años en un 60% y en un 37% las personas que viven en la calle.

Ante esta problemática, el consistorio presentaba recientemente el Pla de lluita contra el sensellarisme de Barcelona 2016-2020, y Arrels hacía una llamada para reclutar a más voluntarios. La vida en la calle es dura y compleja y presenta un perfil que nos ayuda a trazar el presidente de la fundación, Ferran Busquets, con el apoyo de los últimos datos recogidos en el censo de junio de 2016.

Este nuevo rostro de la persona que vive en la calle en Barcelona pasa por una mayor presencia de "inmigrantes sin papeles", un colectivo que "irá en aumento" en los próximos años y que supondrá, a su parecer, cada vez más, un importante problema social. La causa: que este grupo de personas altamente vulnerables cuentan con tres grandes handicaps: no contar con una red de apoyo familiar en el país de acogida, no estar protegido por el Estado y contar con "el rechazo" de parte de la población local.

Quejas vecinales

Busquets también explica que las políticas actuales de la administración están derivando a políticas de "no esconder de la calle a los sintecho", causando en la población la percepción de que "el fenómeno sube". Además, desde su entidad constatan que, paradójicamente, desde los equipos de limpieza, de guardia urbana y de servicios sociales se les insta a "salir de la visibilidad en la calle, a sacarlos de allí", presionándolos aún más.

Y añade que les llegan casos de "vecinos a los que les molestan", apuntando a la "pérdida de empatía de parte de la sociedad con este problema" así como a la "culpabilización" del colectivo.

Además de realizar recuentos anuales de las personas que pernoctan en la vía pública, con el apoyo del Ajuntament y de numerosos voluntarios, Arrels lanzó hace poco menos de un año la aplicación Arrels Localitzador. En estos meses, la oenegé ha recibido 3.700 notificaciones alertando de personas sin techo, unas 10 diarias, 350 de ellas mediante la página web www.arrelsfundacio.org.

Más hombres jóvenes, del país, y durmiendo al raso desde hace más de seis meses

En su mayoría, los que duermen en la vía pública son hombres (86,21%) frente a un 9,77% de mujeres (un 4% se consideran de otro género) y jóvenes, entre los 25 y los 49 años en un 51% de los casos, y un 26% entre los 50 y los 64 años. Un 31,3% son de nacionalidad española (109 personas) y un 37,6% de nacionalidad europea. Solo 246 de las 941 personas sin hogar duermen en un cajero o bajo una techo, porque la mayoría prefieren estar al raso (aproximadamente un 70%).

La estancia en la calle se cronifica según el último recuento a pie de terreno. Un 73% de los entrevistados afirmaron llevar más de seis meses en la calle. La media es de más de tres años y 9 meses en esta situación y sin un hogar estable. Un 13% hace más de seis años y siete meses que fuermen al raso y un 12% más de ocho años y tres meses. Un total de 36 personas sin hogar han muerto en los últimos 12 meses en Barcelona, con una media de 60 años de edad. La esperanza de vida de este colectivo es de 58 años.

La falta de techo y de apoyo familiar, principal causa

¿Y por qué se llega a la calle aún contando con una red de soporte social de la administración y privada tan extensa? La respuesta es muy sencilla para Busquets: "no tener dónde dormir, por mucha enfermedad mental o adicción que presenten previamente". De hecho, las personas que ingresan en Arrels con ludopatías o alcoholismo va a la baja, indica. "Tú puedes perder el trabajo y no acabar en la calle porque tienes una red familiar y de amigos que te apoya" en esos momentos, matiza Busquets, quien cree que, igualmente, somos "poco conscientes de lo que nos evita caer en la pobreza extrema", que nos fallen los recursos de apoyo.

El motivo por el que muchas personas sintecho no salen de la calle es la "falta de garantías de no volver a dormir al raso" y no ofrecerles una solución de vivienda permanente y no temporal: albergues con habitaciones compartidas con otras muchas personas. Ramon, un usuario de Arrels y ahora colaborador de la entidad (ayuda a otros compañeros a hacer la transición de la calle a las viviendas de la organización) es un ejemplo de haber encontrado cierta estabilidad habitacional.

El caso de Ramon

Ramon, usuario de la Fundació Arrels, ha dejado la calle, y ahora tiene una habitación propia en un piso del Raval de Barcelona.

Ramon nació en Sant Adrià del Besòs y tiene 68 años. Está jubilado desde los 60 años y fue legionario durante 10 años. Reconoce que prácticamente "siempre" ha estado conectado con Arrels, y que ha tenido "fases buenas y peores", pero que le han ayudado mucho, con ropa y alojamiento, al "igual que les estoy ayudando yo ahora". Asegura que ha tenido la suerte de tener "buena gente" a su alrededor y que eso le ha ayudado "mucho".  Agradece poder estar viviendo desde hace cinco meses en una habitación para él solo en un piso de Arrels en el Raval que comparte con dos compañeros más. "Ahora la calle está muy mal, hay más inseguridad, te pueden agredir y robar, y a una mujer el doble". Para él, la importancia de poder dormir en un piso se resume en una palabra: "Seguridad", y añade categórico: "Porque en la calle no la tienes". Dice que no es fácil conseguir una habitación, que él tiene suerte, y que "son caras". En la de antes, en el Poblenou, pagaba 300 euros. Ahora paga 230 euros. Según su experiencia, las adicciones supone el peor impedimento a la hora de dejarse ayudar por las entidades y las administraciones, admite Ramon.

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