Las pretensiones del Gobierno ceutí de no eliminar los símbolos franquistas existentes en la ciudad chocan con una realidad: algunos de los localizados en Ceuta están, ya de por sí, abandonados y olvidados para buena parte de la población.

Este es el caso del monolito del Llano Amarillo, la huella más importante que la dictadura de Franco dejó en Ceuta. Un obelisco construido en la localidad marroquí de Ketama, que se trajo piedra a piedra hasta la ciudad autónoma. Ahora se ha convertido en lugar de celebración del botellón y en un pequeño vertedero.

De ser un monumento reconocido y ciertamente elogiado por los seguidores del régimen ha pasado a ser un punto de encuentro para la juventud en el que se pone punto y final a las noches de fiesta y un vertedero en el que pueden encontrarse hasta frigoríficos.

"Las noches de viernes y sábado parece que entre la juventud lo que se ha puesto de moda es recoger todos los vidrios de los botellones y estrellarlos contra el monolito", dice la consejera de Medio Ambiente y portavoz del Gobierno, Yolanda Bel.

Así las cosas, aunque el Gobierno se haya mostrado partidario de no destruir vestigios franquistas como éste, la propia dejación en los cuidados así como el abandono al que les ha arrojado la propia población ceutí, les convierte en símbolos defenestrados.

"Aunque vayamos semanalmente, nos encontramos con muchos incívicos que no cuidan de aquello. Es una limpieza en vano", agumenta la portavoz del Gobierno, la misma que defiende la permanencia de estos monumentos al ser parte de la historia

El monolito fue construido en Ketama durante el Protectorado para recordar el juramento de levantarse contra la República que se habían hecho los oficiales que participaban allí el 12 de julio de 1936 en unas maniobras. Pese a su deterioro siguen bien visibles los escudos de la Falange y del águila imperial.

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