Exponen por primera vez tras su muerte a Dave Heath, fotógrafo de la multitud solitaria

  • El retratista de la soledad urbana del presente murió el día de su 85º cumpleaños, el 27 de junio de 2016, tras sufrir una caída doméstica.
  • 'Multitud, soledad' es la primera gran antología de un fotógrafo que llevó una vida dura y dejó un cuerpo de trabajo de enorme y amarga belleza.
  • Creció en un orfanato desde los 4 años. Poco antes de fallecer, dos de sus primas biológicas acababan de dar con él y estaban a punto de conocerse en persona.
Foto callejera de Dave Heath
Foto callejera de Dave Heath
The Nelson-Atkins Museum of Art, Kansas City, Missouri, Gift of the Hall Family Foundation
Foto callejera de Dave Heath

Uno solo de los reportajes que firmó Dave Heath (1931-2016) durante sus seis décadas de carrera como fotógrafo es suficiente para que pertenezca a la categoría de los retratistas con más alto grado de sensibilidad humanista de la segunda mitad del siglo XX. La obra, editada en 1965, es A Dialogue With Solitude (Un diálogo con la soledad), uno de los libros de fotografía más lacerantes sobre el desamparo que tarde o temprano a todos nos alcanza. El gran Robert Frank, admirador incondicional de Heath. escribía en una carta añadida a la obra que los retratos de este son como “un viernes por la noche en el universo”.

Tras la muerte de Heath, el 27 de junio de 2016, día de su 85º cumpleaños, en Toronto (Canadá), ciudad que había elegido como adoptiva —también adquirió la nacionalidad del país, renunciando a la estadounidense— y en la que vivió en una soledad de anacoreta durante más de 25 años, ningún centro de arte había tenido la buena educación de rendir homenaje al fotógrafo de los solitarios, un hombre que siempre llevó la carga de la orfandad sobre el alma desde que sus padres le abandonaron en un orfanato de Filadelfia (EE UU).

Agridulce, amarga y bella

El ejercicio de decencia se lo lleva un museo de mediano tamaño pero gran agudeza en la programación, el Nelson-Atkins de Kansas City, que presenta la primera antología póstuma del artista.  Multitude, Solitude: The Photographs of Dave Heath (Multitud, soledad: las fotografías de Dave Heath) retoma y amplía la muestra celebrada en 2015 en Filadelfia, para mostrar de nuevo la obra agridulce, por amarga y bella al tiempo, de un artista callejero, silencioso, suave y de monumental sensibilidad.

La exposición, del 19 de noviembre al 19 de marzo de 2017, aprovecha que el Nelson-Atkins es la fototeca con mayor número de piezas de Heath en propiedad, para desplegar 184 imágenes de toda la carrera del fotógrafo que hizo de la sensación, física y emocional, de la carencia de hogar un determinación artística. "A través de la cámara, Heath sintonizó sus sentimientos con los sentimientos colectivos, para hacer una declaración profunda e intensa sobre la pérdida, la incertidumbre, el dolor, el amor y la esperanza", resumen los organizadores.

La soledad, cosa de todos

Casi la mitad de las fotos (82) pertenecen a la serie A Dialogue With Solitude —se exhiben piezas extra que no fueron publicadas en el libro—, la doliente colección de retratos tomados al azar en la calle de personas que parecen responder al ánimo taciturno pero empático de Heath ofreciendo una imagen especular que dialoga con la del fotógrafo mostrando que la soledad es cosa de todos.

En el libro, que hizo y rehízo durante cuatro años años con la parsimonia que les sobra a los ascetas, Heath  añadió cortos epígrafes literarios de autores como Yeats, Hesse, Rilke, Stevenson, Crane, Eliot, separatas que parecen biombos sentimentales: paz, amor, anarquía, violencia, niñez, vejez, guerra, juventud, muerte…

"Heath entendió, siempre e instintivamente, el poder de la visión comprensiva", dice Keith F. Davis, coordinador de la muestra. "Sus fotografías de personas están infundidas con una emoción especial, directa y poderosa. Reflejan una necesidad fundamental, y casi táctil, de conectarse ".

Comunión con los otros

La obra de este poeta con cámara es una poderosa expresión de su intimidad y la constante preocupación por el contacto interpersonal y la comunión con los otros. Abandonado por sus padres a los cuatro años en un orfanato, creció en casas de acogida y la experiencia moldeó su trabajo, siempre guiado por una "necesidad expresiva totalmente personal", hacia la expresión de un "profundo sentimiento de dolor, soledad, alienación, anhelo, alegría y esperanza".

Utilizando la cámara para comprenderse a sí mismo y a quienes le rodean, gestó "una de las carreras más importantes de la fotografía moderna", añade Julián Zugazagoitia, director del Nelson-Atkins, para quien resulta pasmoso como floreció en "uno de los grandes talentos de su generación", pese a tener poco entrenamiento formal. "Heath aplicó su determinación y curiosidad para aprender técnica e historia del arte y la fotografía", añade.

Deseo de conexión

Retrató a multitudes que pese a la compañía no desean interactuar más que con otro ser solitario, figuras perdidas en laberintos mentales, gente que parece alienada y a la que deseamos abrazar pese al convencimiento de que no serán agradecidas y rechazarán el consuelo del gesto. Quizá el deseo de conexión del niño inclusero seguía vivo en el hombre y Heath tenía la capacidad para saber que también estás solo cuando estás acompañado.

Hasta poco antes de morir, Heath estaba convencido de que no tenía a nadie en el mundo, de que el linaje se había quedado en los orfanatos. En 2015, en un movimiento inesperado, entraron en contacto con él dos mujeres que, según publicó The New York Times, resultaron ser sus primas, Bonnie Feinberg y Wendy Soslow, investigadoras tenaces y conocedoras de la existencia de aquel niño que acabó a los cuatro años en un orfanato.

Como en una película con final milagroso, en las habitaciones vacías del rey de la soledad había entrado la familia. Los contactos a distancia funcionaron, la ilusión era compartida y el par de primas tenía todo cerrado para viajar a Toronto y abrazar en persona a Heath. Habían previsto el encuentro para la semana de la muerte del fotógrafo, encontrado por llamadas de los vecinos tras estar inconsciente varios días a consecuencia de un accidente en la casucha en la que vivía solo.

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