Aunque su familia asegura que sus razones fueron dejar un legado permanente, el propio Felt no ha tenido reparos en apuntar que el ánimo de lucro ha motivado su "confesión" de que él fue la fuente de los periodistas de The Washington Post Bob Woodward y Carl Bernstein (en la foto) para destapar el "escándalo Watergate".
"Ahora voy a organizar lo de escribir un libro, o algo así, y hacerme con todo el dinero que pueda", declaró Felt en su domicilio de Santa Rosa (California).
Felt tiene hoy 91 años, no se encuentra bien de salud física y la mental es cada vez más
frágil. De hecho, no recuerda algunos de los detalles más coloristas del escándalo, como que acordaba sus citas con Woodward mediante macetas en el balcón y manecillas de reloj dibujadas en las páginas de un periódico.
Según publica hoy el periódico The New York Times, la familia de Felt, preocupada por su deterioro, comenzó hace ya dos años a ofrecer la historia, tras intentar en vano un acuerdo de colaboración con Woodward.
Los Felt ofrecieron la primicia al periodista Todd Foster, entonces colaborador de la revista "People", la cual rechazó publicar un artículo porque la familia exigía cobrar. Según declaró Foster al Times, "esto siempre tuvo que ver con el dinero, y ellos fueron muy claros sobre eso conmigo".
A continuación, la familia propuso un libro al sello editorial ReganBooks, de la casa HarperCollins, pero las negociaciones fracasaron por la preocupación de la empresa sobre el estado mental de Felt.
No es mucho dinero para una revelación de ese calibre, pero, como puntualiza el director de la revista, la familia puede negociar por su cuenta la venta de los derechos de una película, o de un libro.
Pero si de libros se trata, Felt se puede encontrar con una dura competencia, la de su ex confidente Bob Woodward. Woodward, quien desde el escándalo ha disfrutado de una lucrativa carrera como director adjunto de The Washington Post y escritor de libros de éxito, había ya escrito un breve volumen que tenía previsto publicar a la muerte de "Garganta Profunda", cuya identidad había jurado guardar mientras éste viviera.
Ahora su casa editorial piensa publicar ese libro a toda prisa, posiblemente para el mes próximo. En un artículo que publica hoy en el Post, y que son fragmentos adaptados del libro, el periodista explica cómo un encuentro fortuito con Felt en 1970 significó el comienzo de una amistad que tendría consecuencias históricas.
Woodward, según cuenta en su artículo, estaba a punto de terminar sus años de servicio en la Armada y no tenía muy claro qué quería hacer después, cuando tuvo que llevar unos papeles a la Casa Blanca. En la sala de espera coincidió con un hombre veinticinco o treinta años mayor, Felt, con el que trabó conversación.
Woodward mantuvo el contacto con Felt, quien se convirtió en una suerte de mentor tanto como para el joven despistado como para el periodista en ciernes, al que proporcionó algunas primicias, como la de un caso de soborno al vicepresidente Spiro Agnew.
Esa colaboración se intensificó cuando en junio de 1972, el FBI se hizo cargo de un caso extraño: la irrupción en la sede del Comité Nacional del Partido Demócrata, en el edificio Watergate en Washington, de unos individuos que llevaban equipos para espionaje electrónico. Bernstein y Woodward fueron asignados al caso y, cuando sus revelaciones causaron la caída de Nixon, pasaron a la historia del periodismo.
Woodward se convirtió en millonario y Felt, treinta años más tarde, también quiere beneficiarse. Como dicen por ahí, nunca es tarde si la paga es buena.
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