La serie de grafitis sexuales gigantes que durante el último mes han colonizado Bruselas ha ampliado su registro con un nuevo fresco mural de un bebé con ojillos maliciosos a punto de salir al mundo desde una vagina.
La obra, que puede contemplarse en la céntrica plaza bruselense de Sainte-Catherine, no ha sido reivindicada, al igual que los penes gigantes, penetraciones y escenas de masturbación, también anónimas, que ya habían ocupado distintos muros de la capital belga y sede de la mayoría de instituciones de la Unión Europea.
La última pintura de la saga explícitamente anatómica se encuentra exactamente en el mismo edificio donde hace unos días veía la luz un descomunal esfínter bajo una inequívoca leyenda en la que podía leerse la palabra 'ano'.
Algunos de los barrios en donde han aparecido los grafitis han decidido suprimirlos mientras que otros, en ejercicio de su autonomía administrativa, han optado por conservarlos.
Sin embargo, no parece que las autoridades municipales belgas hayan abordado con urgencia el asunto y, por el momento, vecinos, turistas y euroburócratas pueden seguir disfrutando, visualmente, de las pinturas genitales.
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