A falta de agua, su caudal son las quejas. El río que divide el centro de la ciudad atesora descontentos desde su parte alta hasta la desembocadura. El tramo final del cauce tiene agua de mar que se renueva a duras penas. De ella emanan olores que nadie querría en casa. Un poco más arriba, los canales que bordean el césped central tienen el aspecto de una berza: unas algas hiperbólicas han crecido en exceso. Los tropezones: plásticos y otros sólidos. A la altura del barrio Sagrada Familia, un desagüe hace las delicias de los mosquitos e impacienta a los vecinos: hace cuatro meses que Emasa les prometió una solución que ya llevan cuatro años reivindicando.
Las quejas vecinales se extienden a lo largo del sucio cauce del río Guadalmedina
- El tramo final del río desprende olores nauseabundos.
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