El hiperrealista Paul Rousso agiganta y esculpe en tres dimensiones billetes de dólar

  • El artista estadounidense crea grandes esculturas acrílicas de perfecto realismo de billetes doblados o arrugados de la divisa mundial de referencia.
  • Al transformar las notas bancarias en piezas en tres dimensiones quiere llamar la atención sobre las falsas promesas de bienestar y la 'oscuridad de nuestro futuro'.
  • El mito del dinero, la banalidad de lo cotidiano del arte pop y la 'tragedia de la codicia' son esenciales en la obra hiperrealista que expone en Nueva York.
Escultura en tres dimensiones de Paul Rousso de un billete de cien dólares. Mide 22 centímetros de largo, 15 de ancho y tiene un fondo de 5.
Escultura en tres dimensiones de Paul Rousso de un billete de cien dólares. Mide 22 centímetros de largo, 15 de ancho y tiene un fondo de 5.
© Paul Rousso - Courtesy George Billis Gallery
Escultura en tres dimensiones de Paul Rousso de un billete de cien dólares. Mide 22 centímetros de largo, 15 de ancho y tiene un fondo de 5.

Los billetes de dólar que agranda, esculpe con material acrílico y pinta de manera hiperrealista Paul Russo son "epitafios" sobre las falsas promesas del bienestar, la "oscuridad de nuestro futuro" y la "muerte" de las dos dimensiones, dice el artista estadounidense. Experto en replicar objetos de consumo y banalizarlos con los mismos fines que los creadores del arte pop —mostrar que la vida cotidiana está repleta de símbolos que pueden ser cosificados y convertidos en objetos que transmiten un mensaje trascendente sobre la forma en que vivimos—, Russo expone en Nueva York billetes de dólar que pueden ser entendidos como una metáfora de la "tragedia de la codicia".

La muestra del artista hiperrealista, en la Galería George Billis hasta el 27 de febrero, es una selección de la serie American Currency (Divisa estadounidense), dedicada a colocar ante el espectador grandes réplicas de billetes de dólar de diferentes valores esculpidas en 3D y trabajadas con  fidelidad literal. Están doblados, arrugados, plegados como fuelles o retorcidos como trapos y parecen duplicados recién salidos de cualquier bolsillo. La única diferencia es el tamaño: si un billete de un dólar mide 1,56 por 6,6 centímetros, los facsímiles agigantados de Rousso alcanzan un largo de 100 centímetros, una altura de 60 y, ya que se trata de piezas esculpidas, un fondo de unos 30.

Visión del nihilismo

Fascinado por la "divergencia incesante de sentido" que provoca el trabajo de, por ejemplo, uno de los padres del pop art, Roy Lichtenstein —que predicaba la idea del arte como banco de imágenes de piezas reconocibles desde la primera ojeada—, el falsificador de billetes Rousso —también ha trabajado con euros, libras esterlinas y otras divisas internacionales—, afirma que sus obras son "narraciones" basadas en el "carácter efímero" de los símbolos de la sociedad contemporánea. Los billetes son una "visión de lo cotidiano", pero también una síntesis perfecta de la "tragedia de la codicia" y el "nihilismo".

Rousso desea que su obra sea vista como una interpretación del "deseo obsesivo y sin tapujos" del bienestar material, trabajando en una serie de piezas ancladas en el "fetichismo consumista" y la "avalancha interminable" de impulsos hedonistas.

La opción de repetir una y otra vez los billetes como tema, es una maniobra de "resistencia" y un anhelo de que la serie se convierta en una especie de "faro para las generaciones futuras", para que puedan disponer de una "ranura en el tiempo a través de la cual observar el momento en que la existencia cambió para siempre".

Diarios, chucherías, cajetillas de cigarrillos...

El artista se ha especializado en mostrar la cultura del descarte que prevalece en la sociedad de hoy. Además de billetes, se ha dedicado a mostrar otros elementos de consumo igualmente desechados y dejados de lado tras ser semidestruidos o arrugados: páginas de diarios, envoltorios de chucherías, paquetes de cigarrillos...

Siempre agrandados, los modelos para las esculturas, moldeadas con resina acrílica y pintadas con una exquisita fidelidad, son como los adecuados memento mori para el tiempo presente.

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