Pese a la paralización del proyecto, los vecinos de la zona no las tienen todas consigo. «No me fío un pelo; ahora dicen que no construirán y mañana dirán que sí», comentaba ayer por la tarde Dolores Muñoz, dueña de uno de los caseríos cercanos a Azkorri. Su vivienda es una de las 82 que corrían el riesgo de ser derribadas.
El mantenimiento de uno de los pocos espacios verdes que quedan en el municipio es otra de las razones que argumentan los vecinos. «A mí me encanta venir paseando por aquí y sentirme libre; si construyen pisos, que lo hagan con respeto», señala Carlos, otro vecino.
Se prevía derribar 82 viviendas
El proyecto de urbanización de Andra Mari, concebido para dar solución a la demanda de vivienda de los jóvenes getxotarras (hay 3.000 apuntados en Etxebide), provocó el levantamiento de los vecinos desde el primer momento. Unidos en la asociación Andra Mari, Gure Lurra, denunciaron que el plan preveía el derribo de 82 viviendas unifamiliares de la zona. Tras un largo toma y daca con el anterior alcalde, Iñaki Zarraoa, en los plenos del Ayuntamiento y tras varias campañas y manifestaciones, los vecinos no consiguieron parar el plan. Aun hoy, una vez paralizado, siguen con la mosca detrás de la oreja.
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