Hay vida más allá de Barbie: cómo huir del juguete de moda

  • La forma de jugar de los niños ha cambiado: es más solitaria, sedentaria y en casa.
  • Los padres, por su parte, piden más artículos con valores ecológicos, emocionales o que enseñen hábitos de vida saludable a los pequeños.
  • Para cubrir la demanda, nacen los juguetes alternativos que estimulan su creatividad.
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Los tiempos han cambiado, hoy los padres quieren juguetes para que sus hijos disfruten y a la vez adquieran valores emocionales, sociales y ecológicos.
Los tiempos han cambiado, hoy los padres quieren juguetes para que sus hijos disfruten y a la vez adquieran valores emocionales, sociales y ecológicos.
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Los tiempos han cambiado, hoy los padres quieren juguetes para que sus hijos disfruten y a la vez adquieran valores emocionales, sociales y ecológicos.

Cuando Albert Einstein era un niño, jugaba con puzles y kits de construcción. Pablo Picasso pasó mucho ratos de su infancia dibujando garabatos en la plaza de la Merced, mientras que Marie Curie fue una voraz lectora desde los 4 años. Antes de ser genios, fueron niños curiosos y despiertos que plasmaron sus habilidades en sus juegos.

No existe la fórmula para crear una eminencia, pero sí juguetes alternativos que pueden estimular su creatividad más allá de las eternas Barbies o del merchandising de la última película en estrenarse. Los padres cada vez buscan más que sus hijos, además de divertirse, aprendan, y también demandan más valores como la ecología o la educación emocional en sus compras.

"Este año los juguetes estrella serán los de los estrenos de cine y todo lo que los niños ven en la televisión. También los de imitación de los adultos", afirma José Antonio Pastor, presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ), que esta Navidad prevé que se recuperen las cifras de ventas anteriores a la crisis. Y es que el perfil de los niños y de su juego ha cambiado mucho en la última década.

"Ahora juegan más en casa que en el exterior, llevan una vida más sedentaria y tienen menos compañeros de juego", señala María Costa, directora de Consumidor Infantil en el Instituto Tecnológico de Producto Infantil y Ocio (AIJU).

Al ser madres, Iciar Cirarruista y su hermana Begoña se dieron cuenta de que en el mercado español no existían juguetes respetuosos con el medio ambiente y con el desarrollo libre del niño: "Todo estaba invadido por el plástico".

Así nació Alupé, la tienda que ambas regentan en Bilbao desde hace dos años y en la que ofrecen juguetes ecológicos de madera natural o rocas de colores para pintar, fabricadas con cera de soja natural y sin petróleo. Y el negocio les funciona "bastante bien". La clientela de Alupé corresponde a un perfil concreto de padre: está preocupado por el medio ambiente, la crianza natural y llega a sus juguetes por las recomendaciones de los blogs en muchos casos.

Este nuevo nicho de mercado tiene mucho que ver con que los padres cada vez se preocupan más por buscar juguetes con valores positivos. Muchos de los productos de Alupé apuestan por dos corrientes pedagógicas alternativas que cada vez suenan más en España: la Waldorf (un método basado en el juego no dirigido, con materiales naturales y donde el  niño decide libremente cómo utilizar sus juguetes) y en menor medida, la Montessori (basado en el juego autónomo, en el que la profesora observa los intereses del niño y lo guía con sus juguetes).

Sin embargo, Begoña Cirarruista reconoce que no es fácil encontrar proveedores en nuestro país: "Nosotras lo importamos, sobre todo de Alemania". Aunque España es el tercer país en la Unión Europea que más juguetes produce (tras los alemanes y los italianos), el tradicional sigue siendo el más fabricado, con las muñecas y los vehículos montables a la cabeza.

Juguetes eco para familias 'verdes'

De unos padres sensibilizados con cuestiones como el cambio climático surgen niños interesados en el proceso de reciclaje o el uso de las energías renovables. La empresa portuguesa Science4you, que aterrizó en España en 2011, satisface esta nueva curiosidad por la naturaleza en el apartado eco dentro de su amplia selección de juguetes científicos. Mientras se entretienen, los niños pueden cultivar plantas en un invernadero o pasarse horas montando una casa que funciona con energía solar.

"Los padres quieren que sus hijos aprendan conocimientos con los juguetes científicos, pero también quieren una educación en valores. Si compran un coche, prefieren que se mueva con energía solar", apunta Filipe Silveira, Country Manager España de Science4you. La puesta por lo eco sale rentable: "Estamos creciendo por encima del 100% y facturamos unos dos millones de euros", zanja.

La Guía AIJU 2015 pone de manifiesto uno de los grandes retos de jugueteros, pedagogos y padres: cómo introducir las nuevas tecnologías en los juegos sin que el niño se pase las tardes enganchado a una tableta. "Preocupa el uso excesivo de pantallas para jugar, pero se permite porque es una manera de tenerlos entretenidos. Por eso surgen formas de negociación de los tiempos de uso de la tecnología", argumenta la mencionada guía.

La experta María Costa avisa sobre los mensajes contradictorios que mandan los progenitores a sus vástagos: "Es incoherente decirle a tu hijo que deje la tableta mientras tú estás en el sillón todo el día enganchado a ella. Somos un modelo para los hijos y hay que trasladar ejemplos adecuados y con sentido".

Las apps pueden ser un buen aliado para que el niño aprenda mientras juega. La empresa Miniland Educational ha puesto en marcha el proyecto Play Miniland, basándose en el método Game-Based Learning.

Primero se explican los conceptos al niño con una guía didáctica y después se ponen en práctica con el juguete real y con fichas de actividad. Para finalizar el proceso, se refuerza lo aprendido jugando con la app correspondiente. Para ello, pone a disposición de los padres aplicaciones educativas en su web, que van desde juegos sensoriales para niños de 3 meses hasta otros para aprender las unidades del sistema monetario para los mayores. "Es ideal para tabletas y ordenadores, pero también para las pizarras digitales que los maestros usan en los colegios", explica Pepe Verdú, director digital de Miniland.

Educar las emociones y el estómago

En los últimos años, la sociedad española ha cambiado de manera considerable. Los juguetes, que además de una diversión son una forma de explicar el mundo a los niños, también han evolucionado con ella. Si en 1995 Daniel Goleman introdujo la importancia de las emociones en el plano interpersonal y profesional con su libro la Inteligencia Emocional, en 2015 esto se traduce al mundo infantil con los juegos Emotiblocks, de Miniland.

El juego está compuesto por seis personajes con cabezas, pelo y cuerpo intercambiables que permite a los niños de 2 años identificar las emociones primarias. Este juego ha sido laureado con varios premios, entre el que se encuentra el de Mejor Juguete 2015, gracias a que enseña valores como la tolerancia, la empatía o la diversidad racial al incluir muñecos de varias nacionalidades.

Cada generación lidia con sus propios problemas y parece que el sobrepeso es una de las principales preocupaciones con respecto a la población infantil en nuestro país. Según apunta un reciente estudio de la Fundación Thao, organización que promueve los hábitos de vida saludable, el 28,3% de los niños de entre 3 y 12 años sufren obesidad infantil en España. El 32% no consumen ni una pieza de fruta al día y el 41% tampoco comen diariamente verdura. Con juguetes como Alimentación Saludable, de Miniland, los pequeños aprenden a comer de forma sana gracias a un juego magnético que se pone en la puerta de la nevera y que enseña las cantidades de alimentos correctas que hay que consumir a diario.

Familias diversas a través de la lectura

A lo largo de nuevo siglo también ha habido cambios en las familias españolas. Padres separados, embarazos por fecundación in vitro o familias formadas por dos personas del mismo sexo conviven con las familias tradicionales, entonces, ¿por qué no explicárselo a los niños desde pequeños?

Cuentos como Laura tiene dos mamás (Bellaterra, 2015), que narra la historia de una familia formada por lesbianas, o La mochila rosa (Bellaterra, 2015), que cuenta las peripecias de un niño transexual, son solo dos de los ejemplos de cómo normalizar estas situaciones.

"No son libros para que los niños lean solos, sino para que padres y educadores les hablen de temas difíciles de abordar cuando hacen una pregunta", afirma José Luis Ponce, el dueño de la editorial. Introducir estos temas ayuda a educar en la tolerancia y evitar prejuicios y discriminaciones futuras. "Los niños lo entienden todo. Les puedes hablar de cualquier cosa, pero no lo hacemos porque el miedo lo tenemos realmente los padres ante ciertos temas".

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