En 1926 el pintor Oskar Kokoschka, uno de los más apasionados expresionistas centroeuropeos, pintó Tigerlöwe (Tigreleón), la figura amenazante de un ser híbrido entre dos de las especies de animales salvajes con más eco. En 2014, el sardónico artista conceptual Erwin Wurm —muy conocido por los guiños a su obra del videoclip de Can't Stop, de los Red Hot Chili Peppers— presentó la instalación Seien Sie ein Hund für eine Minute (Sé perro por un minuto), en la que invitaba a los espectadores a ponerse a cuatro patas sobre una plataforma y dejarse colocar una correa canina.

¿Encuentran alguna relación entre el par de obras, separadas por algo menos de un siglo y afrontadas por los artistas con procedimientos opuestos —el clasicismo del óleo sobre lienzo y el gusto por el escándalo y el impacto instantáneo de los montajes contemporáneos—?. Lo cierto es que existe y resulta más que evidente: las piezas de Kokoschka y Wurm, colocadas una al lado de la otra, parecen adminículos complementarios para razonar o interpretar la idea de la bestialidad, lo animal.

Esta estrategia, el enfrentamiento con ánimo lúdico, es la línea expositiva de Flirting with Strangers (Coqueteando con desconocidos), una muestra de un centenar de obras que exhibe, hasta el 31 de enero de 2016, la 21er Haus, el Museo de Arte Contemporáneo de Viena. Las piezas, datadas entre el siglo XIV y el XXI, quieren mostrar que la armonía es posible en el arte pese a los dictados de tiempos, materiales y estilos, siempre que se acepte como punto de partida que cualquier exposición ha de ser enfrentada con un ánimo: el "juego".

"¿Por qué no, por una vez, mirar una colección como un tejido de relaciones casuales entre los objetos que la conforman?", se preguntan desde el museo. Acudiendo a una idea del filósofo Jean Baudrillard, uno de los teóricos de la postmodernidad, proponen que Flirting with Strangers sea vista y experimentada como una "prosa cotidiana (...) un discurso triunfal inconsciente" que "escenifica un encuentro emocionante, juguetón y a veces inesperado entre las cien obras de la colección permanente de la pinacoteca elegidas para la muestra.

Ninguna de las piezas se parece a otra y solo las hermana que son parte de los fondos del museo. Es su singularidad única la justificación común para que hayan sido consideradas dignas de la colección. "Las exposiciones son en última instancia la estructuración u organización del conocimiento, que al mismo tiempo tienen el potencial de conceptualizar interpretaciones alternativas", dice una de las comisarias, Luisa Ziaja.

La exposición "intenta pasar de los argumentos y métodos organizativos de la historia del arte clásico y en su lugar llamar la atención hacia a los objetos mismos" con un "enfoque sistemáticamente ahistórica e independiente de las tendencias estilísticas, a veces haciendo hincapié en los detalles aparentemente insignificantes o incluso en rebuscadas similitudes para proponer conexiones sorprendentes", añade la segunda coordinadora, Severin Dünser.

El museo, que desde 2007 ha comprado 1.511 obras de creadores contemporáneos, quiere demostrar también que si algo ha cambiado en la manera en que los artistas de hoy afrontan su trabajo es que tienen más presente que la "relación con el aquí y ahora" y se mueven en fronteras de "carácter abierto, no geográfico o cultural".

Entre las firmas de los artistas presentes en la poblada muestra aparecen Georg Baselitz, Damien Hirst, Kathi Hofer, Lisa Holzer, František Kupka, Edvard Munch y Edward Steichen.