Altas posibilidades de vivir
El doctor, que presentó hoy su obra acompañado por el periodista Luis María Ansón, informa de que Manuel Hidalgo Huerta, que operó a Franco tras sufrir una gastritis hemorrágica, optó por "resecar nada más que una parte del estómago, aproximadamente un 30 por ciento", cuando lo correcto, dados los conocimientos y tratamientos existentes, hubiera sido una "resección total" o extirpación. "La enseñanza de este caso no puede ser más obvia", comenta el experto, para alegar que "si se hubiera tratado de un enfermo cualquiera, y no de Franco, sus posibilidades de sobrevivir a esta patología hubieran sido muy altas", ya que en aquella época "
Abarca, que asistió a la operación de Franco en el hospital madrileño de La Paz tras haber sido intervenido de urgencia en el propio palacio de El Pardo, manifiesta que conversó con él momentos antes y que el estado de salud del caudillo "era perfecto".
Por ser Franco
"Los médicos decimos que hay que tener cuidado con los recomendados, y es cierto", ironiza el cirujano, para apuntar los riesgos que conlleva que se les ahorren drenajes o se les acorte el periodo de las sondas, lo que hace que "los enfermos se compliquen por apartarse de la norma".
Cuando el dictador enferma "todos los síntomas parecían cardíacos" y, sin embargo, "los médicos sabemos" que hay procesos del aparato digestivo, como las perforaciones de úlceras, en las que "sale el aire y comprimen el diafragma sobre el corazón, haciendo que parezca un infarto de miocardio", explica.
El general fue tratado unos meses antes de una tromboflebitis en la pierna derecha y su médico personal, el doctor Pozuelo, había hecho que le atendieran en el Hospital Provincial -ahora Gregorio Marañón- en el cual era jefe de servicio.
El fallo en la operación de El Pardo
A los dos días de padecer ese episodio de infarto, Franco sufrió una hemorragia digestiva "muy importante", que algunos achacaron al estrés, y Pozuelo llamó a su compañero de hospital Hidalgo Huerta. Éste decidió
"Estaba consciente y hablamos de la mano, que, por cierto, las tenía cuidadísimas", relata el doctor, quien llama la atención sobre "su buen estado general" de salud.
El error que conllevó la muerte del dictador fue que los médicos no repararon, en la intervención de El Pardo, que Franco "padecía ya, tal vez por los días que llevaba con la perforación", una "gastritis hemorrágica que, según el nivel de conocimientos científicos que se aplicaban entonces, debía haber conducido a una resección total del estómago".
Este testimonio recogido en "Cinco litros de sangre", obra prologada por el escritor Francisco Umbral, acompaña a otros extraídos de las memorias del cirujano y empresario de la medicina privada a lo largo de su trayectoria profesional.
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