La suiza Zoè Byland (Berna, 1975) pinta cuadros que parecen viejas postales. En los retratos de niñas y chicas serias con tirabuzones y botines apretados, la vejez de la imagen queda en entredicho con aviones de papel, burbujas que cubren las cabezas como escafandras, máscaras de Batman... Es un mundo en blanco y negro, cercano a la noche, como sucede con las escenas del italiano Seven Moods —nombre artístico de Marco Pisanelli (1977).

Las niñas de la artista comunican la paciencia que todo modelo debía tener con las cámaras antiguas. Las chicas del pintor son muy diferentes, en sus poses efímeras exhiben un lenguaje corporal moderno. Él también se deja arrastrar por el blanco y negro, pero hace concesiones a los tonos apagados. Aunque también de estilo figurativo, le gusta rozar la abstracción con la yema de los dedos, situar a sus personajes femeninos en lugares confusos y poligonales.

Con dos exposiciones simultáneas que se inaguran el 11 de abril y se clausuran el 23 de mayo, la galería Dorothy Circus Gallery de Roma (Italia) combina con sentido las obras de ambos artistas. Nocturnalia presenta una colección de nuevos óleos de Seven Moods; Head in The Clouds (Cabeza en las nubes) descubre las creaciones sobre lienzo más recientes de Zoè Byland.

Aunque de lenguajes claramente diferentes, los une la oscuridad que emerge de las pinturas. El italiano quiere que la belleza de sus modelos de estilo urbanita permanezcan siempre en una dimensión paralela a la realidad, bajo un cielo de estrellas minúsculas, puntos blancos que llenan el gran vacío negro.

Asegura que las imágenes acuden a su mente cuando está en estado de duermevela, que dependen de "los ánimos y las energías" que su mente "almacena durante el día". La noche es el momento en que surge la idea exacta de lo que pintará cuando vuelva a salir el sol.

La suiza baña sus cuadros de una luz como filtrada a través de las nubes, la oscuridad es romántica y nostálgica, los ecos del cine negro y de la fotografía de principios del siglo XX resucitan el misterio de recuerdos lejanos. El cómic, el tatuaje, el arte callejero, las viejas películas de ciencia ficción y los villanos de los cuentos de hadas forman un sujerente abanico de influencias.