Al principio absorbido por los paisajes de Monet y Pissarro, a Raoul Dufy (1877-1953) le cambió la vida cuando descubrió en 1905, en el Salon des Indépendats, la obra de Matisse Lujo, calma y voluptuosidad: "El realismo impresionista perdió para mí todo su encanto al contemplar el milagro de la imaginación introducida en el dibujo y el color. Comprendí de repente la nueva mecánica de la pintura”.

Supo entonces que había llegado demasiado tarde al impresionismo. Debía continuar el camino que iniciaron Pissarro, Monet o Sisley, pero dando un paso más, aceptando con humildad que era imposible capturar el constante cambio de la luz. "Ese método de calcar la naturaleza me llevaba hasta el infinito, hasta los meandros, hasta los detalles más menudos, los más fugaces. Y yo me quedaba fuera del cuadro", confesó años después al recordar su metamorfósis artística.

El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid inaugura el 17 de febrero Raoul Dufy, la primera gran retrospectiva del artista celebrada en la capital desde 1989. La muestra descubre a un autor capaz de sintetizar a lo largo de su carrera el impresionismo, la fantasía del fauvismo y el atrevimiento del cubismo con pinturas envueltas en luminosidad y de una poética optimista y hedonista.

En cartel hasta el 17 de mayo, la muestra reúne 93 trabajos (óleos, dibujos y acuarelas) de colecciones privadas y museos como el Museo de Arte Moderno de la Villa de París, la Tate Gallery de Londres, el Aer Institute de Chicaco o el Centre Pompidou de París, que ha prestado de manera excepcional 36 obras.

Las escenas de regatas, carreras de caballos y otras actividades lúdicas al aire libre y un estilo optimista y tendente a lo decorativo han jugado a veces en su contra, restándole reconocimiento entre los historiadores y críticos.

La exposición se aleja de esa interpretación y traza de forma cronológica el desarrollo del lenguaje personal de Dufy con cuatro apartados desde los primeros años (Del impresionismo al fauvismo), cuando renunció a reproducir la naturaleza de una manera fiel y buscó incansable la mejor manera de interpretarla desde la lírica para despertar emociones a través del color.

El viaje por el universo del autor continúa con la época en que se acercó al cubismo (Periodo constructivo), que practicó siempre ensayando su propio lenguaje, poniendo a prueba la capacidad comunicativa del color en obras como La gran bañista (1914). Los ejemplos de estapación de tejidos y ornamentación de cerámicas (Decoraciones) son precisamente un campo idóneo para experimentar con el color.

Terminando en su etapa de madurez (La luz de los colores), el museo exhibe ejemplos que revelan cómo Dufy representó a modo de autobiografía recuerdos, tradiciones y vivencias y mostró su apego hacia la música. Conforme avanzan los años, el color negro cada vez gana más presencia en sus pinturas, jugando de manera arriesgada con la luminosidad.

Aunque siempre fue reacio a plasmar sentimientos sobre el lienzo, la enigmática mancha negra se puede interpretar como el presentimiento de la muerte, que le llegó a los 75 años por una hemorragia intestinal derivada de un tratamiento para la severa artritis reumatoide que sufría.