Los artistas corrompen la pureza de las princesas Disney para reflejar la crudeza de la realidad

  • Multitud de artistas utilizan la imagen idealizada de las princesas Disney como inspiración para denunciar algunos de los problemas de la sociedad actual.
  • La figura de las princesas siempre ha tenido un trasfondo controvertido.
  • ¿Qué valores transmiten a los niños?, ¿se ha modernizado su imagen con el paso de los años?, ¿por qué tantos artistas deciden reinterpretarlas?
La princesa Jasmine como combatiente en una guerra de Oriente Medio.
La princesa Jasmine como combatiente en una guerra de Oriente Medio.
Dina Goldstein
La princesa Jasmine como combatiente en una guerra de Oriente Medio.

¡Qué alegres eran los sueños de Blancanieves!, ¡qué esplendoroso el reino de Aurora, la bella durmiente!, ¡qué guapos y apuestos eran sus príncipes azules y qué vidas maravillosas las de sus amigos y familiares! Pero, ¿de verdad todas las princesas acabaron siendo felices y comiendo perdices? ¿Qué le pasó a Bella a medida que el tiempo ajaba la hermosura que le dio nombre?, ¿cómo fue la vida de casada de Cenicienta?, ¿superó Alicia las delirantes experiencias de su infancia o acabaron trastornando su mente para siempre?

La imagen de las princesas Disney es la de preciosas jóvenes que, tras superar una dificultad inicial, acaban convertidas en dichosas esposas de hombres estupendos. Sin embargo, este ideal da pie a multitud de reflexiones y reinterpretaciones. No son pocos los artistas que, como Dina Goldstein, Jeff Hong, Adam Ellis o Alexsandro Palombo, han tomado como modelo a estos iconos de la animación para tratar asuntos tales como el machismo, la discapacidad física, la pederastia o la drogadicción.

Esta inspiración no es arbitraria. Aun sin distorsión alguna, la figura de las princesas Disney da pie a multitud de discusiones. ¿Hasta qué punto estos personajes transmiten valores positivos a los niños? Tal y como señala para 20minutos Leticia Porto, profesora de Sociología e investigadora de la Universidad Complutense de Madrid, "existe un amplio debate en torno a esta cuestión".

"Cuando un niño, y las niñas especialmente, ven y siguen a sus heroínas virtuales o de ficción acaban identificándose con ellas, queriendo ser como ellas y hacen todo lo posible por imitarlas, consciente o inconscientemente. Y muchas veces, sus conductas son muy discutibles", señala la profesora. "Sin darnos cuenta, aquellos contenidos y personajes con los que crecen los niños determinan en gran medida su modo de socializarse en una vida adulta", añade.

Porto cita el libro Cenicienta se comió a mi hija, de Peggy Orenstein, que "aborda desde una perspectiva muy interesante cómo esa profusión de las princesas en nuestra vida cotidiana interfiere en la actual hipersexualización de las niñas así como en otros problemas y trastornos alimenticios que afectan a tantos adolescentes en todo el mundo".

La investigadora afirma que son los padres los que deben ejercer de instructores y evitar que sus hijos confundan la ficción con la realidad. "Para las familias es una responsabilidad importante tratar de compensar estos contenidos tan mediáticos con ejemplos más reales y proporcionar una alfabetización audiovisual adecuada a los más pequeños", comenta.

Reinterpretaciones transgresoras

La fuerza de la imagen de las princesas Disney y su trasfondo controvertido las convierte en una materia estupenda para el trabajo de los artistas. "Las princesas son un fenómeno claramente identificado en nuestra sociedad y muy arraigado. Los creativos, fotógrafos, publicistas... encuentran en ellas un reclamo en el que basarse para innovar. La idea es alterar un icono idealizado y darle un giro transgresor y novedoso", comenta Porto, quien cita como ejemplo la mezcla del movimiento Movember con las princesas, a las que el ilustrador Adam Ellis les ha hecho crecer barba y bigote.

"El fenómeno de la 'princesización' es una realidad bastante consolidada en nuestra sociedad y, cada vez más, ejerce una fuerte inspiración como arma reivindicativa. Se trata de romper esa especie de perfección, pulcritud e inocencia que encarnan para convertirlas en heroínas más reales y humanizarlas. A lo largo de estos últimos años es frecuente encontrarnos propuestas creativas que se desarrollan en este sentido para intentar acercar más estas princesas elitistas al pueblo llano que con tanto fervor siempre las ha acogido", concluye Leticia Porto.

La artista canadiense Dina Goldstein ha sido una de las más radicales en su propuesta. A través de su trabajo fotográfico Fallen Princesses (Princesas caídas). muestra a las princesas Disney envueltas en complejas realidades del siglo XXI y alejadas de sus mundos perfectos de cuento: Rapunzel ha perdido su cabellera víctima del cáncer, Bella se somete a operaciones de cirugía estética para mantener su hermosura, Jasmine combate en una guerra en Oriente Medio y Blancanieves se ve obligada a cuidar de cuatro niños mientras su príncipe se dedica a ver la televisión.

Con estas imágenes, Goldstein critica la vida perfecta que nos imponene los medios audiovisuales. "No tengo nada en contra de los finales felices, de hecho, creo que la infancia debe ser un momento libre de preocupaciones adultas. Pero los mensajes de Disney en concreto son engañosos y sexistas", afirma la artista. "Lo que quiero mostrar con mi obra es que todos nos enfrentamos a desafíos y que a pesar de que esta tierra está llena de belleza, también hay oscuridad que entra en nuestras vidas de vez en cuando", añade.

El dibujante Jeff Hong no es menos cruel que Goldstein. En su proyecto Unhappily ever after (Infelices para siempre) combina ilustraciones y fotografías para desmontar la edulcorada realidad Disney. Ariel sufre la contaminación de los mares, Alicia se ha convertido en una drogadicta y Pocahontas ve a su pueblo reducido a trabajadores de casinos. Hong también utiliza a otros personajes de la "fábrica de sueños" como los 101 dálmatas, encerrados en una tienda de animales, Bambi como un trofeo de caza o Winnie the Pooh solo en un terreno deforestado.

"He usado a las princesas de Disney para crear una conexión emocional con estas imágenes que retratan el mundo en el que vivimos El público tiene una conexión profunda y personal con estos personajes con los que crecimos y colocarlos en situaciones del mundo real arroja luz a esos problemas. Ver que Alicia sufre los efectos de volver del País de las Maravillas y se vuelve adicta a las drogas es algo que no se ve en las películas, donde todo el mundo vive feliz para siempre. Por desgracia, nuestro mundo no tiene tantos finales felices", relato Hong para 20minutos.

El italiano Alexsandro Palombo también ha recurrido a las princesas Disney para poner el foco en problemas de la actualidad tales como la invisibilidad y poca integración de los discapacitados en la sociedad y la violencia machista. Palombo también ha explicado las claves de su trabajo a 20minutos. "Vivimos en una sociedad en la que todavía se difunden el sexismo y el abuso ya que no existe una educación social que te enseñe la igualdad de respeto a los géneros. Esta sociedad hace que los hombres sientan que tienen algún tipo de poder y control sobre las mujeres y eso se transforma en violencia", cuenta el dibujante.

"Mi trabajo con las caricaturas muestra que nadie está a salvo, ni siquiera una princesa Disney. Los dibujos animados son ficción pero con mi arte los modifico para que digan una verdad a las jóvenes y así quizás algún día ellas se decidan a denunciar y luchar", concluye el artista.

También se ha sumado a esta tendencia Saint Hoax, autor trabajo Princest Diaries (un juego de palabras entre princesas e incesto en inglés), una colección de imágenes que busca llamar la atención sobre el abuso sexual de menores. Sus dibujos muestran a Jasmine, Ariel y Aurora en unas impactantes ilustraciones en las que las inocentes chicas son besadas por sus respectivos padres.

Las chicas Disney evolucionan, pero poco

Las princesas Disney se han ido modernizando con el paso de los años pero, aun así, mantienen muchos de los rasgos de sus predecesoras más veteranas. "A lo largo de las últimas décadas, después de los primeros clásicos de Disney como Blancanieves y los siete enanitos (1937) o La Cenicienta (1950) se ha ido notando una ligera evolución en los personajes femeninos que provenían de la factoría. Especialmente, a partir de los noventa, cuando en 1992, aparece Jasmine, la novia de Aladdin, que procedía de Oriente Medio; tres años más tarde, aparece Pocahontas y, otro paso adelante fue la llegada de Mulán en 1998, la primera princesa guerrera del Lejano Oriente", cuenta Leticia Porto.

"Con la incorporación de Tiana en 2009, una princesa de raza afroamericana en Nueva Orleans, Disney amplía su repertorio femenino aunque siempre bajo unos parámetros todavía clásicos y conservadores. Otro paso más lo tenemos con la llegada a la televisión de la princesa Sofía a finales de 2012 y su origen latino tan cuestionado. Todos ellos productos "perfectos", estéticamente muy cuidados y pensados para que las niñas se identifiquen con este tipo de personajes femeninos y aspiren a esos ideales que desde la compañía se promueven"

"Decía la canción de La Bella y la Bestia (1991) que la belleza está en el interior pero es fácil decirlo cuando las chicas de los cuentos de hadas llevan vestidos lujosos, zapatos caros y el pelo siempre perfecto. Y este modelo o estatus de vida es preocupante cuando se transmite a los niños que viven en una realidad diferente", sentencia.

Según la socióloga, a la compañía aún le cuesta alejarse de los cánones tradicionales. "La evolución de estos personajes femeninos de Disney distan mucho de parecerse a princesas como Fiona, por ejemplo, de DreamWorks Animation. Esta heroína de Shrek (2001) introduce un nuevo paradigma con respecto a las princesas antecesoras en el modo de comportarse, resolver conflictos o de tomar la iniciativa en momentos de máxima tensión", asegura.

"En mi opinión, y aunque viene de la mano de los creativos de Pixar, Mérida, la protagonista de Brave (2012), sí introduce una visión de princesa medieval bastante rompedora. Esta película refleja muy bien la rigidez a la que se encuentra sometida una princesa de cuento, teniendo que cumplir la tradición y formándose para estar a la altura de su cargo. Sin embargo, este personaje se revela y no se conforma con las reglas preestablecidas. Este tipo de personajes contrasta con las princesas más tradicionales y ayuda a los menores a ser más autocríticos, ofreciendo variedad de referentes con los que identificarse o llegar a imitar", añade la experta.

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