Cómo los EE UU recompusieron el territorio mítico de Polinesia para construir la 'cultura tiki'

  • El libro 'Tiki Pop' narra en imágenes la apropiación del imaginario de la cultura ancestral polinesia y su 'reinvención' como escenario pop en los EE UU.
  • La deidad Tiki, dios del esparcimiento para los nativos de las islas del Pacífico, fascinó a los estadounidenses desde la década de los años treinta.
  • Locales de ocio, decorados de Hollywood, mobiliario, carteles, cómics, diseño de interiores... La subcultura polinesia sigue teniendo adictos y generando beneficios.
La cultura tiki pegó tan fuerte en los EE UU que se editaron revistas especializadas como Ballyhoo, dedicada a "chicas hula, cóctails y música hawaiana". Esta es una portada de un ejemplar de 1935
La cultura tiki pegó tan fuerte en los EE UU que se editaron revistas especializadas como Ballyhoo, dedicada a "chicas hula, cóctails y música hawaiana". Esta es una portada de un ejemplar de 1935
© Sven Kirsten/TASCHEN
La cultura tiki pegó tan fuerte en los EE UU que se editaron revistas especializadas como Ballyhoo, dedicada a "chicas hula, cóctails y música hawaiana". Esta es una portada de un ejemplar de 1935

En varias culturas ancestrales del Pacífico aparece, con nombres muy similiares, la figura divina de Tiki, a quien los maoríes consideran el primer hombre. Se le suele representar con aspecto homínido en grandes estátuas totémicas de madera a lo largo de las más del millar de islas de la Polinesia, el gran triángulo cultural oceánico, una de las zonas históricamente más jóvenes del mundo en cuanto a registros conocidos.

Aislados de la cultura occidental hasta el descubrimiento y exploración de las islas, repartidas a lo largo de unos dos millones de kilómetros cuadrados de océano, los habitantes de la polinesia descienden de un mismo grupo genético que partió de las costas de China o Taiwan en torno a 1500 años antes de nuestra era. El primer viajero europeo del que se tiene noticia fuer el español Álvaro de Mendaña —que descubrió las islas Salomón y las Marquesas en el siglo XVI—, pero fue el inglés James Cook quien, a lo largo de tres meticulosos viajes en el XVIII, trazó las primeras cartografías del laberinto de archipiélagos.

Llamada a la inocencia

Las crónicas y relatos sobre la polinesia que llegaban a Occidente —islas rodeadas de aguas de color esmeralda, nativos amables con los visitantes (aunque entre ellos batallaban con frecuencia y ferocidad por cuestiones territoriales), grandes amantes del mar, excelantes nadadores (practicaban el surf antes de que el deporte fuese convertido en disciplina) y amantes del hedonismo— actuaron como una llamada hacia la inocencia ancestral.

Pintores como Paul Gauguin y escritores como Robert Louis Stevenson no lo dudaron ni un instante y, durante el siglo XIX, pusieron rumbo a los mares del sur para encontrar la sencillez que Europa había perdido. Ambos murieron prematuramente en sus refugios lejanos. Stevenson en 1850 en Samoa, poco antes de cumplir los 44 años, y Gauguin —quien pintó sus mejores cuadros en el Pacíficoen las Marquesas en 1926, a los 54.

Poder estimulante

El poder estimulante de la Polinesia entró en los EE UU con un poco de retraso y caló a partir de la estética del arte religioso y popular de la zona. Muy de acuerdo con el cultivo de la diversión y lo que se ha dado en llamar cultura del tiempo libre que tanto gustan a los estadounidenses, la idea de que Tiki fuese la deidad del esparcimiento era el reclamo perfecto para construir un nicho de consumo. La cultura tiki es, desde los años treinta del siglo XX, una cantera de adictos y una máquina generadora de beneficios.

El libroTiki Pop: America imagines its own Polynesian Paradise (Tiki Pop, los EE UU imaginan su propio paraíso polinesio) viene ahora, bajo un explicativo título, a narrar en imágenes la historia de la apropiación del imaginario de la cultura ancestral polinesia y su reinvención como escenario pop en los EE UU. Lo firma el antropólogo especialista en cultura tiki Sven Kirsten y lo publica Taschen [384 páginas y un PVP de 39,99 libras esterlinas aún no convertido a euros por la editorial].

La veneración por el estilo polinesio caló en los EE UU a partir de la apertura del bar Don's Beachcomber Cafe en 1934 en Hollywood. El local, que mezclaba el ambiente exótico de los mares del sur en la decoración con una carta de cócteles llamativos y novedosos, se convirtió en un boom y el modelo se extendió en las décadas siguientes a todo el país y, más tarde, a Europa. La idea era ofrecer "islas urbanas" y "refugios de bambú" como locales de ocio.

Cola de cocodrilo, Lamento de virgen...

El asunto estimuló a los consumidores, que acudieron en masa a los bares polinesios para beber cócteles con nombres pretendidamente insólitos —Cola de cocodrilo, Lamento de virgen, Gran bambú...— servidos en copas que imitaban la forma de los tótems de Tiki. Con el tiempo la influencia pasó de lo alcohólico a la cultura popular especialmente permeable de los EE UU, donde ha permanecido en la moda, la música, la gastronomía, la arquitectura, el diseño gráfico y el dibujo o los decorados de Hollywood.

Publicado como catálogo de la exposición Tiki Pop. L'Amérique rêve son paradis polynésien, en cartel hasta el 28 de septiembre el Musée du quai Branly de París, el libro analiza la evolución de una "visión romántica" ejecutada mediante la "apropiación cultural". Ilustrada con varios centenares de de imágenes inéditas, desde fotos de época y cartelería, la historia del tiki se despliega como "fenómeno pop" desde sus "entusiastas inicios" hasta su "espectacular caída en desgracia a consecuencia de la paulatina toma de conciencia en Occidente de los desmanes de la era colonial".

De 'cool' a 'kitsch'

Tanto el libro como la exposición muestran las "imágenes estereotipadas del sueño de los mares del sur" como espacios de liberación de los años cincuenta, el nacimiento de la decoración tiki de la década siguiente —que pasó de los bares a los edificios residenciales, las macrodiscotecas, los moteles y las boleras cool— y la decadencia de los setenta, cuando lo tiki fue reducido a la categoría de "soso" y kitsch y la idea del paraíso polinesio empezó a ser desmontada por el análisis del colonialismo, el sexismo y el racismo que llevaba aparejada.

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