El Thyssen expone a Gauguin para ilustrar la atracción de Occidente por las tierras lejanas

  • 'Gauguin y el viaje a lo exótico' descubre la influencia de otras culturas en la renovación del lenguaje pictórico de los siglos XIX y XX.
  • El pintor desarrolló en la Polinesia francesa un lenguaje artístico revolucionario, de colores vivos y formas difusas.
  • La muestra, que se inaugura el 9 de octubre, relaciona a Gauguin con vanguardias posteriores como el expresionismo, el fauvismo y el primitivismo.
'Parau api', óleo de la muestra 'Gauguin y el viaje a lo exótico'
'Parau api', óleo de la muestra 'Gauguin y el viaje a lo exótico'
Paul Gauguin - Galerie Neue Meister, Staatliche Kunstsammlungen Dresden - Foto: Jürgen Karpinsky
'Parau api', óleo de la muestra 'Gauguin y el viaje a lo exótico'

El pintor Paul Gauguin (1848-1903) añoraba la lejanía, anhelaba en sus cuadros un paraíso que tal vez no existiera, pero que no se cansó de buscar. Huyó de Francia por considerarla "artificial y convencional" y culminó su búsqueda de la arcadia genuina y primigenia en Tahití.

Sus pinturas —que ya indicaban un tratamiento inusual del color y de las formas antes de la travesía— desarrollaron en la Polinesia francesa un poder estimulante con tonos vivos, unidos sin líneas claras que los delimitaran, con formas toscas que proclamaban el poder de la sencillez. No necesitaba el arte realista del siglo XIX, ni siquiera los imprecisos trazos impresionistas.

El museo Thyssen-Bornemisza de Madrid (Paseo del Prado, 8) inaugura el 9 de octubre Gauguin y el viaje a lo exótico, una exposición sobre la influencia de las culturas lejanas en los artistas europeos que renovaron el lenguaje creativo de su época. Con la figura central del pintor francés y la inusual evolución de su arte cuando viajó a los Mares del Sur, la muestra reúne trabajos de otros autores que siguieron el camino del posimpresionista, como Franz Marc, Vasily Kandinsky, Paul Klee, Emil Nolde, Henri Matisse y August Macke.

Un viaje que comienza en el romanticismo

En cartel hasta el 13 de enero, la muestra, parte de la celebración del 20º aniversario del museo, aborda la experiencia vital del viaje en el contexto del cosmopolitismo colonial y se remonta al romanticismo, un movimiento artístico y literario que en el siglo XVIII despertaba la curiosidad de los creadores por los países lejanos. Las culturas ajenas a la europea eran entonces una puerta a otras filosofías vitales, a la inocencia ancestral.

El terreno inaccesible y remoto fue también un escenario recurrente en el arte de finales del siglo XIX y principios del XX. El universo creado en torno a la jungla ayudaba a superar el convulso entorno moral y político y las crisis estéticas europeas: la frondosidad de la vegetación era un antídoto contra la perversión creciente de la supuesta civilización. La exposición recopila obras relativas a la naturaleza salvaje con lienzos de Henri Rousseau, Henri Matisse, Emil Nolde, Max Pechstein, August Macke o Franz Marc.

En las 111 obras de la exposición Gauguin y el viaje a lo exótico establece un recorrido cronológico y temático iniciado con Argel en un interior (1849) de Eugène Delacroixprendado de la belleza mítica del norte de África tras un viaje en misión diplomática francesa— y continúa con la evolución hacia el color y el desvanecimiento de las formas de Gauguin y de otros autores influídos por el pintor fugitivo de Europa.

La arcadia, la pobreza y la enfermedad

Tras las breves estancias junto al pintor Charles Laval en la isla de la Martinica, anteriores a la residencia en Tahití, la muestra se detiene en la producción de Gauguin en su paraíso personal, con obras famosas que ilustran el auge y el declive del autor en la isla, de Dos mujeres tahitianas a Matamoe (Muerte con pavos reales). Estas dos obras ejemplifican la trayectoria del artista en la Polinesia francesa, al principio idílica pero pronto enturbiada por el deterioro de la salud y el ahogo económico.

Gaugin no fue en vida un pintor de éxito y terminó sus días sintiéndos abandonado, sobreviviendo con la pensión mínima que le proporcionaba un marchante parisino. A su muerte en 1903, sus telas comenzaron a darse a conocer en exposiciones que calaron en los pintores de la época y que elevaron al autor a maestro. Los expresionistas alemanes como Ernest Ludwig Kirchner o Erich Heckel; el fauvismo de Matisse o el primitivismo ruso son deudores del hombre que buscó incansable la autenticidad de la vida.

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