Una exposición muestra los 5.000 años de la historia del tatuaje

  • Fotografías, dibujos, herramientas, agujas, máscaras, vídeos y hasta pieles disecadas en la mayor exposición nunca montada sobre tatuajes y tatuadores.
  • El Museo del Quai Branly de París aprovecha la explosión actual del tatuaje: en los EE UU una de cada cuatro personas lleva la piel pintada.
  • Se muestran grabados de Borneo, Filipinas, Samoa... y trabajos de los maestros actuales Zulueta, Dong, Looney y Leu, que dan cita con dos años de antelación.
Vistas frontal y posterior de un tatuaje tradicional japonés
Vistas frontal y posterior de un tatuaje tradicional japonés
© Photo by : Tatttooinjapan.com / Martin Hladik
Vistas frontal y posterior de un tatuaje tradicional japonés

Fue un castigo militar en Japón 600 años antes de nuestra era; una práctica de marcaje y señalamiento de los esclavos durante el Imperio Romano; un dibujo curvilíneo sobre la cara de los jefes guerreros maoríes especialmente bravos en la batalla; un rito de iniciación mágico-religioso con el que se marcaban la piel los tailandeses; un estigma impuesto a la fuerza sobre la frente de ladrones y prostitutas en la época del código negro francés del siglo XVIII; un guiño para demostrar la pertenencia a una pandilla y no a otra entre los chicanos que residían en California, los yakuzas de los bajos fondos de Tokio, los prisioneros de la mafia rusa y las maras centroamericanas; una moda creciente; una referencia cultural...

El tatuaje tiene, al menos, 5.000 años de antigüedad. La edad quedó demostrada con el hallazgo en 1991 en una montaña del Tirol de la momia del llamado hombre de hielo de Ötzi, que murió congelado en la Edad de Bronce: tenía 57 tatuajes sobre la piel pasmosamente conservada por las circunstancias orográficas y la congelación. Algunos historiadores opinan que las marcas son cosa aún más antigua y que considerar al cuerpo humano como el lienzo primordial para marcar diferencias o señalar grandezas es tan vieja como el ser humano.

Un fenómeno "mundializado"

El Museo del Quai Branly de París, una institución pública dedicada a la etnología y el estudio de las civilizaciones, presenta Tatoueurs, tatoués (Tatuadores, tatuajes), la mayor exposición nunca antes montada sobre un fenómeno que se ha "mundializado" y cuyo crecimiento en las últimas décadas ha convertido en estrellas artísticas a los grandes tatuadores y superado cualquier previsión de impacto social. En los EE UU se calcula que una de cada cuatro personas tiene al menos un tatuaje sobre la piel y en Francia, según un estudio oficial de 2010, la proporción era de uno de cada diez habitantes, duplicada si se restringía la franja de edad a las personas de entre 25 y 34 años.

El director del museo, Stéphane Martin, no oculta que la "locura" por el tatuaje está en la génesis de la exposición de larga duración —anunciada para permanecer abierta nada menos que hasta octubre de 2015—. La muestra, con 300 objetos (fotografías, dibujos, lienzos, herramientas, agujas, máscaras, vídeos y hasta pieles disecadas), quiere estudiar el "resurgimiento del fenómeno ahora permanente y global" del tatuaje desde un punto de vista sociológico e incluso existencial —autoafirmación psicológica— y aportar los puntos de vista historicos, etnográficos, antropológicos y artísticos que permitan comprender esta práctica ancestral de grabarse el cuerpo con fines punitivos, rituales o decorativos.

Arte mal llamada menor

Aunque situado en el terreno de las artes mal llamadas menores, el tatuaje es estudiado en el detallado recorrido cronológico de la exposición como una práctica cultural que ha mantenido una constante presencia en casi todas las comunidades del mundo. Los comisarios de la muestra, Anne & Julien, fundadores de la revista Hey!, han concebido un "árbol genealógico" de la esta práctica partiendo de lo tribal o marginal y concluyendo en lo global.

"Hay un increíble caleidoscopio de individualidades que se reunen alrededor de una práctica que desafia la generalización (...) El tatuaje ha abandonado la esfera de lo tradicional y artesanal para cuestionar los temas e interpretaciones", dicen. Los tatuadores de hoy en día "se entregan a las figuras libres", abandonando toda "mecánica de repetición a la que estaba confinado" y mostrando "un territorio inexplorado".

Calle, ejército, cárceles, circos...

El tatuaje moderno fue redescubierto en Occidente durante las expediciones del inglés James Cook a la Polinesia en el siglo XVII. Desde entonces se mantuvo como una práctica confinada a los bajos fondos y la marginalidad. La exposición muestra cómo aquellos dibujos pasaron de la calle al ejército, a las cárceles  y a los los circos ambulantes, que popularizaron los tatuajes en los EE UU durante el siglo XIX.

La muestra, que se detiene en las diferentes regiones del mundo que han desarrollado estilos y técnicas excepcionales (Borneo, Filipinas, China, Samoa, Nueva Zelanda, Japón...) muestra piezas en papel y silicona diseñadas especialmente para la cita parisina por por algunos de los grandes maestros del presente, en cuyos estudios sólo se puede tramitar una cita con hasta dos años de antelación: Leo Zulueta (EE UU, 1952), Dong Dong (China), Steve Looney (EE UU) y Filip Leu (Francia, 1967).

De los píxeles a la abstracción

Los organizadores intentan adelantar hacia dónde va el tatuaje contemporáneo y disciernen dos escuelas: algunos artistas reinterpretan géneros históricos, prefiriendo el irezumi japonés, y otros "formulan una estética en la que se liberan de los códigos del pasado para explorar las posibilidades vinculadas a las artes gráficas, los píxeles y los diagramas, llegando al extremo de la abstracción".

También se exponen cuatro body-suits (tatuajes que cubren todo el cuerpo) pintados por los estadounidenses Mike Davis, Freddy Corbin, Marcus Pacheco y Thomas Hooper. El único tatuador español cuyo trabajo es recogido por la exposición es Robert Hernández, afincado en París. También pueden verse imágenes de la serie sobre maras de la fotógrafa Isabel Muñoz (Barcelona, 1951).

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