Esculpe una última cena de 0,005 milímetros en el ojo de una aguja

  • El artista británico Willard Wigan es capaz de reproducir escenas complejas y ricas en detalle en tamaños microscópicos que sólo pueden apreciarse mediante lupas.
  • Ha aprendido a trabajar entre latido y latido del corazón para evitar todo movimiento mientras se aplica en reproducir las figuras, que esculpe con bisturíes quirúrgicos.
  • Entre sus obras hay un Taj Mahal sobre la cabeza de un alfiler, un David de Miguel Ángel en un grano de arena, Usain Bolt en una aguja...
La última cena esculpida por Wigan en el ojo de una aguja
La última cena esculpida por Wigan en el ojo de una aguja
© Willard Wigan
La última cena esculpida por Wigan en el ojo de una aguja

Willard Wigan es capaz de manejar el cuerpo con la misma frialdad que un robot. Este singular artista británico —nació en Birmingham en 1957— es el autor de las esculturas más pequeñas que ningún ser humano haya culminado jamás. Sus obras son tan diminutas que resultan invisibles para el ojo humano y sólo pueden ser percibidas mediante lupas o microscopios.

Un ejemplo extremo: sólo como reto personal Wigan no se dió por vencido hasta lograr representar una moto Harley Davidson en medio de un mínimo pelo de barba que extrajo de una máquina de afeitar. A la obra, cuyo proceso creativo puede verse en este vídeo, no le falta un detalle y es de una exactitud asombrosa. El artista tardó varios meses en culminarla.

Otro: la recreación, dentro del ojo de una aguja —de unos 0,005 milímetros de alto—, de la última cena de Jesús y sus discípulos, recreada con minuciosidad en los gestos, los pliegues de las túnicas, la actitud corporal de los protagonistas y los pies con alpargatas que asoman por debajo de la mesa.

Lo opuesto a la monumentalidad

Las nanoesculturas de Wigan, de quien se muestra una selección en la exposición Kleine welten (Pequeños mundos), prorrogada hasta el 29 de junio tras recibir 30.000 visitantes en el Museum für Kunst und Gewerbe de Hamburg0 (Alemania), invita al pasmo por el tamaño, pero en su caso, a diferencia de los artistas de la monumentalidad, lo grandioso es microscópico. El escultor trabaja en formatos de 0,005 milímetros e incluso menos.

La pasión por reproducir con detalle y a escala mínima escenas históricas, copias de obras de arte (entre ellas La Piedad y el David de Míguel Ángel), maquetas de edificios, animales o personajes de cuentos infantiles (desde Caperucita Roja a los Tres Cerditos) se despertó en Wigan cuando era un crío de cinco años. "Empecé a hacer casas para las hormigas porque pensé que necesitaban un lugar donde vivir. Luego les hice zapatos y sombreros", explica. En realidad se trataba de "escapar" hacia un "mundo de fantasía" porque los profesores de las primeras etapas escolares le consideraban disléxico y el niño era objeto de burla de los demás compañeros.

Una caravana de nueve camellos en una aguja

La idea de las esculturas que hace ahora se le ocurrió cuando escuchó el famoso pasaje de la Biblia: "Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Cielo". El lema fue un acicate y empezó a trabajar en dimensiones cada vez más reducidas, frecuentemente en ojos de agujas y cabezas de alfileres, pero también en esquirlas metálicas y restos de piedras. Finalmente, recuerda con orgullo, logró introducir una caravana de nueve camellos en el ojo de una aguja.

Para trabajar las pasmosas piezas —un Taj Mahal sobre la cabeza de un alfiler, un David de Miguel Ángel en un grano de arena, Usain Bolt o la familia Obama en sendas agujas—, el microescultor utiliza bisturíes y escalpelos quirúrgicos y trabaja a través de un microscopio de laboratorio. El mayor de sus talentos, explica, es la capacidad para mantenerse inmóvil y así evitar  que cualquier mínimo movimiento corporal enturbie o estropée un detalle. Como la reverberación del tráfico urbano puede influir en el trabajo, Willard trabaja de madrugada.

Estado de meditación

Con el tiempo ha aprendido a ralentizar la respiración y los latidos del corazón, actuando con las manos entre un latido y otro, en un estado que define como cercano al de alcanzado durante la meditación. El británico construye con diminutas astillas de rubí y diamante algunas de las herramientas que utiliza y usa un cepillo de pestañas humanas. En terminar cada escultura tarda varios meses y como materiales utiliza desde fibras de la alfombra hasta oro, nylon, cordones de alambre de cable y alas de moscas.

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