Claudia Cardinale: "He podido vivir muchas vidas"

  • Entrevistamos a Claudia Cardinale, una de las veteranas actrices europeas de mayor proyección internacional.
  • Trabajó con algunos de los más grandes directores cinematográficos de todos los tiempos, como Fellini, Visconti, Brooks o Herzog.
  • En los últimos años viaja por el mundo como embajadora de buena voluntad de la UNESCO, luchando por que se reconozcan los derechos de las mujeres.
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trevistamEntrevista con Santiago Posteguillo, uno de los autores españoles más vendidos de los últimos años. Presenta ahora Circo Máximo, la segunda novela de su trilogía sobre el emperador hispano Trajano. Su anterior trilogía tuvo como protagonistas al general romano Escipión el Africano y al cartaginés Aníbal. Visualiza y descárgate en PDF el número de enero de 'el mensual'.

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"A decir verdad, no me arrepiento de no haber mezclado mi intimidad con mi vida profesional"
"A decir verdad, no me arrepiento de no haber mezclado mi intimidad con mi vida profesional"
AP
"A decir verdad, no me arrepiento de no haber mezclado mi intimidad con mi vida profesional"

Con uno de sus finos cigarros viajando de entre sus manos a sus labios y una cálida y tranquila actitud vital, ilumina Claudia Cardinale la ya de por sí acogedora y soleada tarde invernal en los jardines de uno de los hoteles más lujosos de Marrakech. En muchos aspectos se encuentra más cerca de su Túnez natal de lo que suele estar en su residencia parisina, desde donde acostumbra a echar de menos el clima norafricano. Como buena invitada del festival de cine que se celebra en la ciudad, despliega sus encantos con elocuencia políglota y una veterana serenidad para hacer balance durante unas horas de lo que ha sido su carrera hasta el momento. Y digo hasta el momento porque Cardinale no se jubila. Hace poco rodó con Fernando Trueba El artista y la modelo y ha acompañado en pantalla, con un rol secundario, a una de las estrellas del nuevo Hollywood, Dakota Fanning, en la cinta de época Effie Gray, de próximo estreno.

Aunque la mítica actriz está llena de recuerdos, la nostalgia no paraliza su actual atractivo. Su carrera sigue adelante, lleva la cuenta de las casi 140 películas en las que ha participado, pero desde hace años dedica parte de su tiempo a viajar por el mundo –una de sus pasiones confesas–,  recibiendo homenajes por una filmografía que no se ha basado exclusivamente en su físico. Su trayectoria cinematográfica se compone de una selección de títulos difícil de comparar a la de otras bellezas de la época. Rocco y sus hermanos, Fitzcarraldo o la superproducción de Hollywood El fabuloso mundo del circo son solo algunas de ellas.

Fueron dos italianos, Federico Fellini con Ocho y medio y Luchino Visconti con El Gatopardo, los que catapultaron su trayectoria a los 24 años de edad; solo seis después de que desembarcara en Italia huyendo de las sombras de ser madre adolescente y soltera en su país de nacimiento. Ganar el concurso de la chica italiana más bella de Túnez –sus padres procedían de Sicilia, aunque curiosamente ella solo hablaba francés en ese momento– fue su pasaporte al Festival de Cine de Venecia, al que acudió como simple invitada. La industria del cine italiano, que en ese momento vivía su edad de oro, andaba siempre ávida de fotogenia magnética y no dejó pasar la oportunidad de contar con Claudia Cardinale como una de sus grandes estrellas.

Hasta el año 1967, cuando ya su carrera le había procurado un estatus en Italia y en Estados Unidos, no reconoció públicamente su secreto. Patrick, el niño que presentaba en sociedad como su hermano menor, era en realidad su hijo. Además del hecho de querer camuflar que era madre soltera ante la aún conservadora sociedad de los años sesenta, Claudia Cardinale empleó la mentira para superar una verdad aún más dolorosa: que el niño había sido fruto de una violación, como en su día ella misma se encargó de confesar de manera pública en su autobiografía. Otra de sus formas de combatir estas vivencias ha sido a través de la actividad filantrópica, como nos explicó durante esta entrevista.

Usted ha trabajado haciendo películas en los cinco continentes. ¿Hay algún lugar donde le guste rodar especialmente?

Como recuerdo, rodar Fitzcarraldo en plena selva amazónica fue la mejor aventura de mi vida. A veces no teníamos nada que comer, excepto insectos. En general siempre me ha encantado trabajar en América Latina y también me gustó mucho hacerlo en Australia. Parecerá una tontería, pero los canguros me fascinaban [ríe] y los atardeceres en medio del desierto eran inolvidables. Influye que tengo muy buen recuerdo de ese rodaje, tan disparatado como la película. Era una comedia italiana, titulada Una chica en Australia, en la que encarnaba a una prostituta que se marchaba allí en busca del hombre con el que había mantenido una relación por carta. Pero sí, he estado en todos lados. A lo largo de mi carrera he hecho muchos westerns en España, muchas grandes producciones y películas de época en Estados Unidos... Es la razón por la que hablo idiomas [además del francés materno, Cardinale se desenvuelve con total soltura con el italiano, el inglés y el español]. ¡Ya solo me falta aprender ruso! Pero creo que ya estoy muy mayor para un idioma tan difícil...

No solo ha trabajado, también ha vivido en varios países. ¿Por qué decidió instalarse en París?

Siempre me he sentido algo nómada, pero llegó un momento en que dejé de serlo. Durante mucho tiempo viví en Italia, a la que considero un hogar, pero decidí abandonar el país para trasladarme a París. Lo hice para que mi hija menor recibiera la mejor educación posible. Me mudé a Francia cuando ella era una niña para que pudiera acudir a un colegio bilingüe en inglés y francés. Aunque París sea terriblemente lluvioso, me compensó.

¿Qué recuerdos conserva de sus años de infancia en Túnez?

Tres generaciones de mi familia vivieron allí. Mi abuelo llegó por la guerra y nos quedamos en el país. Recuerdo ir de niña a la playa a ver los barcos que venían llenos de soldados. Cuando llegaban a tierra daban grandes cantidades de comida a nuestros padres y, cuando veían a los niños, empezaban a llorar y a besarnos porque recordaban a sus propios hijos, a los que habían dejado atrás.

¿Usted es de esas estrellas conscientes de su poder de seducción?

¡Para nada! De joven pensaba que era muy fea. Mi nombre real es Claude, algo masculino. Cuando era niña era muy chicazo y estaba constantemente peleándome con los niños. Mi hermana se llama Blanche, un nombre femenino, y al contrario que yo era una niña rubia, de ojos azules y esbelta. Ella sí que era la guapa de la familia. Su sueño era dedicarse al cine. A mí en cambio me daba igual. Al principio, cuando en Italia empezaron a ofrecerme hacer películas, estaba muy furiosa, supongo que por lealtad a Blanche... me decía a mí misma "no quiero hacerlo".

Pero de repente se encontró rodando al mismo tiempo dos de los filmes más recordados y alabados de la historia, El Gatopardo y Ocho y medio.

Hacer Ocho y medio fue una locura. No había ni una línea de guion escrita y Federico Fellini improvisaba todo el tiempo. Él nos recitaba a Marcelo [Mastroianni] y a mí los diálogos y nosotros teníamos que repetirlos. He de reconocer que la experiencia de ese rodaje fue increíble, un aprendizaje a marchas forzadas. En cambio, Luchino Visconti era igual de genial pero su proceso era exactamente el opuesto. Venía de hacer teatro y nos tenía durante horas, con el guion, ensayando en torno a una mesa.

¿Cómo vivió esa época en la que se desdobló para dos proyectos tan exigentes?

Al principio de sus carreras, Federico Fellini y Luchino Visconti no se soportaban el uno al otro. ¡Se odiaban! Y yo en ese momento tenía que compartir mi tiempo entre sus dos rodajes. Imagínate la situación. Yo tenía una melena larguísima y, si uno quería mi pelo de una forma en Ocho y medio, el otro pedía justo lo contrario para El Gatopardo. Tenía que estar cambiando todo el tiempo. Yo me encontraba en medio de los dos y supongo que me convertí en un motivo más de rivalidad. Al final, con el tiempo, se hicieron buenos amigos. Esas dos películas fueron las que lanzaron mi carrera y eso jamás podré olvidarlo. A pesar del conflicto, fue la mejor oportunidad de mi vida.

De hecho, inmediatamente después desembarcó en Hollywood.

Sí, justo después de ese doble rodaje, que resultó tan duro en ciertos aspectos, me llegó la oportunidad de viajar a Estados Unidos y trabajar en grandes producciones. Tras La Pantera Rosa, comencé a rodar El maravilloso mundo del circo y todo allí me resultaba deslumbrante. Coincidía en pantalla con dos grandes como John Wayne y Rita Hayworth, que interpretaban a mis padres. Era un auténtico lujo. Estaba tan emocionada con todo que quería hacer las escenas de riesgo por mí misma, sin que nadie me doblara, ni si quiera en las secuencias más peligrosas. Ahora pienso que fue una total estupidez. Por ejemplo, en el western que rodé para Richard Brooks, Los profesionales, hubo algunas escenas con caballos que me dieron ciertos problemas. Yo sabía montar bastante bien, pero lo que exigía la película era otra cosa. ¿Qué puedo decir? Siempre me ha gustado el riesgo.

Dice que de aquella época se lleva grandes amigos entre sus compañeros de reparto, como Alain Delon o Jean-Paul Belmondo.

Cuando estaba rodando con Alain Delon, Luchino Visconti me decía: "Ten cuidado con él. Es peligroso". Pero desde entonces fuimos muy amigos. Es cierto que de vez en cuando Delon dice que podríamos haber tenido una bella historia de amor, pero mi amistad con él fue igual a la que tuve con Belmondo, por ejemplo.

¿También se llevaba bien con sus compañeras de reparto, como las guapas Brigitte Bardot o Sofia Loren?

Al principio había cierta rivalidad entre nosotras, es una verdad que tengo que reconocer, pero también es cierto que se creaba por elementos externos y no por nuestra propia voluntad. Hasta eso era divertido. En uno de los filmes en los que coincidí con Brigitte Bardot, una especie de western femenino llamado Las petroleras, hasta el cartel promocional nos enfrentaba. Era algo así como "La rubia contra la morena", "BB contra CC" [en esa época a menudo se hacía referencia a Bardot con sus iniciales]. La presentación estaba llena hasta los topes de fotógrafos, como nunca había visto. Pero, de nuevo, la vida es larga y luego fuimos muy buenas amigas. Para mí, Brigitte Bardot es la mujer más guapa que he conocido.

¿Y quién ha sido el hombre más atractivo con el que ha coincidido en su vida?

Marlon Brando, sin duda. Cuando llegué a Estados Unidos alguien debió chivarle que estaba loquita por él. Un día se presentó en mi hotel y llamó a la puerta de mi habitación. Desplegó todos sus encantos, pero yo me mantuve firme y no acepté su oferta. Desde entonces me arrepiento de no haber dicho que sí a Brando. De hecho, en el mismo momento en que cerré la puerta ya pensé que era completamente estúpida por haber dicho no. Aunque, a decir verdad, no me arrepiento de no haber mezclado mi intimidad con mi vida profesional.

Entonces, ¿consideraba que era perjudicial para su carrera formar pareja sentimental con otro actor? Ha estado casada con el productor italiano Franco Cristaldi y con el cineasta Pasquale Squitieri, padre de su hija. En cambio no se le conocen muchas relaciones con compañeros de reparto.

Nunca estuvo en mis planes hacerlo, porque considero que para realizar este tipo de trabajo hay que ser muy fuerte en lo emocional, de lo contrario pierdes tu personalidad. Es una inmensa fortuna formar parte de esta profesión, porque solo tenemos una vida y, siendo actriz, tienes la oportunidad de vivir muchas otras. Es un lujo maravilloso transformarse ante una cámara, pero considero que hay que ser muy fuerte para ello o si no pierdes el norte muy fácilmente. Los líos amorosos en el rodaje no hubieran ayudado a ello.

¿Cómo se tomaba que en sus primeros trabajos le doblaran la voz? ¿Cree que en ese momento solamente veían en usted a una belleza exótica?

Entiendo que me doblaran porque en aquellos momentos yo tenía un fuerte acento francés al hablar en otros idiomas, y aún mantenía esa voz de chicazo de cuando era niña que luego tuve que cambiar. Con respecto a la belleza que se me exigía... no es que fuera muy delgada o estuviera a dieta como quizá ocurre con las actrices de ahora. Pero es cierto que desde la infancia comía muy poco. En mi casa se vivían esas situaciones tan mediterráneas, con mi madre gritando eso de «no te mueves de la mesa hasta que te lo hayas acabado todo»... y yo negándome a probar bocado. También ocurría que hacía mucho ejercicio cuando era pequeña. Prácticamente vivía en el gimnasio jugando al baloncesto o al voleibol. Sin olvidar que me estaba peleando todo el día con los chicos, saltaba de trenes en marcha para escaparme... Desde niña estaba empeñada en demostrar que las mujeres también podíamos hacer lo que quisiéramos.

Si tuviera que elegir solo uno o dos aspectos de su trayectoria, ¿con qué faceta de su carrera se quedaría?

Disfrutaba mucho haciendo cine italiano. Y no solo el que hemos comentado. Con Mauro Bolognini y Jean-Paul Belmondo, por ejemplo, hice unas cuantas películas y trabajaba siempre muy a gusto. Una de ellas se rodó en Florencia. La viaccia, se llamaba. Yo era una prostituta (como ves en mi carrera me ha tocado hacer de todo, también de prostituta varias veces) y Belmondo se enamoraba de mi personaje.

¿Cómo se llevaba con los papeles de época?

Los disfrutaba, porque otra de las cosas que más me gusta del cine es trabajar con el vestuario. Es una fuente de información muy importante del papel. Si está bien seleccionado, hace que el actor tenga al personaje ya casi conseguido y medio trabajo hecho. Además, en las producciones de época ese aspecto jugaba también con mi vanidad femenina, al tener que ponerme todos esos vestidos tan espectaculares.

De hecho, recientemente usted acudió a la ceremonia de entrega de los Oscar técnicos para recoger el galardón honorífico que se concedió a Piero Tosi, diseñador de vestuario de muchos clásicos.

¡Es que hemos hecho tantas películas juntos! Lo que pasa es que se niega a volar. Nunca lo hace, y cuando le concedieron el Oscar me llamó para preguntarme si podía ir a recogerlo por él. Por supuesto que acepté. Lo hice encantada, porque además de buen compañero es buen amigo.

Con motivo del premio y la atracción que ha suscitado en la prensa, Piero Tosi ha seleccionado el vestido que diseñó para que usted luciera en El Gatopardo como el mejor de su carrera. ¿Está de acuerdo?

Era un vestido bellísimo y se concibió para llevarlo tal y como lo hacían en aquella época, así que era algo duro lucirlo. Recuerdo que Alain Delon podía abarcar toda mi cintura con sus manos, porque el corsé era increíblemente apretado. Eso fue lo más cercano a una dieta que hice por mi profesión. ¡Es que no podía ni comer con él, ni tampoco ir al baño! No sé si ha sido el vestido favorito de mi carrera, porque he hecho hasta el momento 137 películas, y como he dicho, disfrutaba mucho del proceso de vestuario. Pero podría definirlo como el más memorable.

¿Qué otras Claudia Cardinale podríamos encontrar ahora, además de la actriz y la madre y abuela?

Lucho por los derechos de las mujeres como embajadora de buena voluntad de la UNESCO. Viajo con ellos por todo el mundo desde hace muchos años. En cierto modo, me he convertido en la voz de las mujeres del mundo que no tienen posibilidad de hablar por sí mismas. Al menos es como me gusta ver lo que hago para esta organización. Esta actividad también me define, es una parte muy importante de lo que soy hoy en día.

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