Thando Hopa —albina y africana— sufrió desde su infancia, a causa de su condición genética, las burlas de los demás niños y las miradas de superstición de los adultos.

Creció en Johannesburgo (capital de Sudáfrica) y su  familia le supo enseñar a no dejarse amedrentar y a mantener la autoestima. Ahora, con 23 años, es fiscal y desde hace un año, modelo. El joven diseñador de moda sudafricano Gert-Johan Coetzee, que la vio en un centro comercial, la convenció para desfilar.

En una de sus últimas aventuras, Hopa posa para el también sudafricano Justin Dingwall. La galería M.I.A de Seattle (Washington, EE UU) anuncia la inauguración el 30 de enero de Albus, la serie de retratos fruto de la colaboración entre el fotógrafo y la emergente modelo. Las fotografías exploran la inusual estética del albinismo —un desorden caracterizado por la falta de pigmentación en la piel, los ojos y el pelo— y la percepción de la belleza idealizada.

La serie de imágenes —en exhibición hasta el 28 de febrero— transmiten confianza e intimidad. La modelo, ataviada con túnicas y velos, evoca a figuras religiosas y personifica la virginidad y la vulnerabilidad. "La belleza está presente en diferentes formas, tamaños y colores. También puede ser incolora, algo que se está probando con una nueva ola de modelos con albinismo", dice Dingwall refiriéndose al reciente auge de figuras como la estadounidense Diandra Forrest y la sudafricana Refilwe Modiselle.

Nacer en África con esta mutación en los genes significa, en el mejor de los casos, vivir aislado socialmente, estigmatizado y oculto; en el peor, sufrir mutilaciones o morir. En varios países del continente (especialmente en Tanzania y Burundi) se tiene la creencia de que las extremidades o la sangre de los albinos tienen propiedades curativas, otorgan poderes y dan suerte.

No se sabe el origen de la superstición, extendida en los primeros años del siglo XXI. En un exhaustivo informe de 2009 de Cruz Roja Internacional sobre el albinismo en África, la policía de Dar es Salaam (la ciudad más grande de Tanzania) declara que por "un conjunto completo" de partes del cuerpo de una persona albina (las cuatro extremidades, genitales, orejas, lengua y nariz) los supersticiosos más acaudalados pueden pagar unos 75.000 dólares (55.000 euros).

Las fotografías de Albus, además de referirse a una belleza diferente a la propagada en la publicidad y en la moda, son un recordatorio de la existencia del albinismo como una condición genética que también forma parte de la realidad y es necesario hacer visible.