El resultado se llama Madrid, licencia para mirar y acaba de publicarse en la editorial La Librería.
Los taxistas, ¿tienen una visión diferente de la ciudad?
Deberían. Hay que tener curiosidad, inquietud y ver el otro ángulo de las cosas.
¿Qué es lo más raro que le ha pasado en el taxi?
En una ocasión una persona me pidió que condujera descalzo: había hecho una apuesta con un amigo. Obviamente, no acepté.
Conducir y fotografiar a la vez parece complicado.
Conducir y fotografiar a la vez parece complicado.
¿No ha tenido ningún susto?
Siempre antepongo la seguridad a la fotografía. Las mejores fotos son las que no he podido hacer.
Algunas de sus imágenes parecen surrealistas: un caballo en la acera, una tele en medio de una calle...
Ninguna de ellas está preparada. Madrid tiene un lado muy surrealista. Hay una, por ejemplo, de un avión circulando por una carretera...
Usted fotografía desde parejas besándose hasta accidentes de tráfico, amaneceres, mimos, prostitutas... ¿qué tienen en común?
Que todo eso existe, que la gente vive y muere en la calle. Yo no tengo tiempo de hacer posados ni de poner iluminación.
Si tuviera que quedarse con una sola foto del libro...
Son muchas favoritas... Una me da mucha ternura. Son cinco ancianitas sentadas en un banco con sus rebequitas en la glorieta de Bilbao.
BIO
Madrileño, de 44 años, Ángel sigue soltero y dedicado a la música, su otra gran pasión. Ha publicado tres discos.
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