El palacio Belvedere de Viena se entrega a la mágica sensualidad del decadentismo austriaco

  • El movimiento artístico y literario exploró a finales del siglo XIX los sentimientos humanos más extremos y evitó la realidad con exotismo y fantasía.
  • Una exposición abarca por primera vez la amplitud de la corriente estética en Austria y en Centroeuropa con obras de Gustav Klimt, Egon Schiele, Oskar Kokoshka...
  • Los creadores iniciaron con el decadentismo el camino hacia el modernismo y la experimentación en el arte.
'Sonja Knips', retrato realizado por Gustav Klimt en torno al año 1898
'Sonja Knips', retrato realizado por Gustav Klimt en torno al año 1898
Gustav Klimt - © Belvedere, Wien
'Sonja Knips', retrato realizado por Gustav Klimt en torno al año 1898

El decadentismo se adentraba en los sentimientos humanos más extremos, creía en la figura del héroe y evitaba la realidad con dosis de exotismo, fantasía y mito y se propagaba por Europa en los últimos años del siglo XIX. Los seguidores de la corriente literaria y artística se rebelaban contra los desmanes sociales de la Revolución Industrial, la moral burguesa y la dictadura de la razón y del academicismo en el arte. Querían enterrar al historicismo y al naturalismo con sensualidad y magia.

Visto por los críticos de su tiempo como irracional y obsoleto, el simbolismo (una de las ramas del decadentismo junto con el movimiento esteticista británico) era en realidad el futuro, el punto de partida del modernismo, que abogaba por un arte elegante y libre de corsés, sin ampulosidad pero con sentimiento.

El palacio-museo Belvedere de Viena ofrece por primera vez una exhaustiva perspectiva general de la obra de los artistas simbolistas en el arte austriaco y centroeuropeo en torno al año 1900. La exposición Dekadenz - Positionen des österreichischen Symbolismus (Decadencia: aspectos del simbolismo austriaco) —que se puede visitar hasta el 13 de octubre— reúne exquisitos trabajos de Gustav Klimt, Egon Schiele, Oskar Kokoschka y figuras menos conocidas para el gran público como Koloman Moser, Eduard Veith, Giovanni Segatini y Karl Mediz.

La 'Judith' de Klimt

Uno de los trabajos destacados que se exhiben es la emblemática Judith I creada por Klimt en 1901 e iniciadora de su etapa dorada. El juicio de Paris de Max Klinger —una monumental obra une pintura y escultura— es representativo de la nueva función que el artista encontró para el marco como elemento para realzar de la obra de arte y situarla en la frontera de lo tangible. Hay numerosas pinturas de Eduard Veith, que se remontaba etéreo y anacrónico a la mística de la Edad Media.

Las obras descubren el anhelo de reunir al ser humano con la naturaleza y desprenderse de la carga del progreso, la fuerza de las figuras femeninas (vistas a menudo como alegorías), frecuentes alusiones a la muerte y a la transición al más allá. La exposición también dedica una de sus secciones a la relación de los simbolistas con el compositor alemán Richard Wagner, que con el ciclo de óperas de El anillo del nibelungo influyó en los artistas plásticos para que produjeran algunas de las obras más representativas del simbolismo austriaco.

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