Ante una sociedad pragmática y rígida, el relax y la devoción por lo hermoso que proclamaba el esteticismo eran una provocación. Los esteticistas defendían que el arte era el fin en sí mismo: lo más importante es el placer que produce la visión de la belleza.

Entre las figuras del movimiento, el escritor Oscar Wilde, gurú de los extravagantes y glorificador de la juventud; Dante Gabriel Rosetti y sus cuadros de exquisito prerrafaelismo, o el diseñador, artesano y poeta inglés William Morris, creador el movimiento Arts and Crafts (Artes y oficios), que reivindicaba lo artesano de la Edad Media y abogaba por la exquisitez de lo único ante el producto masificado de las fábricas de la Revolución Industrial.

En el Victoria and Albert Museum de Londres abren el cofre de los tesoros con la exposición The Cult of Beauty: The Aesthetic Movement 1860-1900 (El culto a la belleza: el movimiento estético, 1860-1900). Es la más completa que se ha celebrado hasta ahora del esteticismo en Gran Bretaña.

Con más de 250 objetos de la época en que belleza y moral colisionaban sin remedio, el museo repasa el desarrollo del movimiento, que pasó de ser asunto de un círculo reducido de románticos bohemios a fenómeno cultural.

El recorrido se divide en cuatro grandes secciones cronológicas: la búsqueda de una nueva belleza, el arte por el arte, gente guapa y casas estéticas y belleza floral tardía.

El esteticismo fue el primer movimiento artístico que inspiró un estilo de vida al completo: pintura, literatura, escultura, arquitectura, joyas, ropa, objetos decorativos...

Empresarios, intelectuales y aristócratas de finales del siglo XIX, hartos de los modos almidonados de la era victoriana, quisieron tener una  casa que recordara a un hermoso palacio griego, tapizar sus muebles con patrones japoneses y poner girasoles y lirios en sus jarrones.