«No iba con su carácter pacífico. Eduardo no era violento, era muy afable». La familia del taxista Eduardo Robredo, fallecido a manos de un cliente en diciembre de 2005, no ha tenido más remedio que cambiar el orden de los papeles y defender a la víctima, el taxista, convertida en agresor al concluir el juicio.La sentencia de la Audiencia vizcaína, que impone la pena mínima por homicidio (10 años y medio de cárcel) para el autor de la cuchillada, Reyni E. P., concluye que Eduardo agredió primero. «¿Cómo iba a llevar un cuchillo en el coche en el que viajaban a diario sus dos hijas?», se pregunta Txema, su hermano, «indignado y defraudado» con el resultado del fallo judicial. La familia considera a Reyni culpable de asesinato.
Uno a uno, Txema comienza a desmentir los argumentos que, según la sentencia, parecen haber convertido a su hermano en violento, agresor y hasta racista. «No podía se racista; él decía que los inmigrantes eran sus principales clientes», sostiene. Ahora, aunque la familia «aspira a olvidar», no oculta su indignación con el fallo y con la magistrada, a la que culpa de cambiar el veredicto del jurado y, a raíz de ello, de «privar a la familia de sentirse recompensada por el castigo».
«Quisiera estar cara a cara con la magistrada, la fiscal y la defensa para ver si actuarían igual con un familiar suyo», dice. Por ello, la familia recurrirá la sentencia ante el Tribunal Superior de Justicia.
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