Rasputín es su bar, donde hay 130 tipos de vodka que meterse al pecho bajo la estólida mirada del brujo del zar o el recio mentón de Lenin. Un Nemiroff de Ucrania, con jarabe, o uno de San Petersburgo: el Estandarte Ruso. En Rasputín, en la calle Escuza, 22 bis, la clientela se aficiona al vodka. «Hoy probaré este», le piden. «Nunca pensé que un vasco degustaría un buen trago ruso». Aquí también le sorprende el poteo. «En Rusia uno siempre va al mismo bar, y bebe hasta morir».
«No hagáis caso a la TV». «Sí, en Moscú hay 200 sin vergüenzas, pero el alma rusa es valiente, abierta y pendiente de los suyos». Esta profesora de historia pide conocer Rusia yendo, o si no, en libros de Dostoievsky. A ella se la puede conocer tras la barra de Rasputín o de pinchos, que le encantan.
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