Amanda, Gina y Michelle llevaban diez años secuestradas y ocultas en una vivienda de Cleveland (Ohio, EE UU) cuando este lunes por la noche consiguieron escapar con vida de su captor, un hombre identificado como Ariel Castro, de 52 años.
Su caso recuerda al de otros menores que antes también lograron sobrevivir a largos cautiverios perpetrados por secuestradores que abusaron de ellos. Estas infancias robadas conmocionaron a la opinión pública:
Jaycee Lee Dugard, dos décadas de cautiverio:
El día de su secuestro, el padrastro de Dugard vió como se llevaban a la niña en un sedán gris. Intentó perseguir a los captores pero no dio con ellos. Los Garrido quitaron a la niña toda la ropa antes de entrar a casa, pero ella conservó un anillo con forma de mariposa escondido.
Dugard sufrió abusos sexuales desde la primera semana de su cautiverio. Y tuvo dos hijas de su captor. Los Garrido la mantuvieron esposada casi tres años y no la dejaron salir de casa hasta mucho tiempo después. Garrido fue detenido después de que una administrativa de la Universidad de Berkeley (San Francisco) sospechara cuando el hombre fue a proponer una charla sobre cómo curar a depredadores sexuales. El secuestrador fue condenado a 431 años de prisión.
El milagro de Missouri: Shawn estuvo cuatro años y medio secuestrado
Tenía 11 años cuando, en octubre de 2002, mientras daba un paseo en bicicleta fue secuestrado en Richwoods, Missouri.
Cuatro años y medio después, en 2007, la Policía lo encontró en un apartamento de Kirkwood, Missouri, vivo, y pudo reunirse de nuevo con su familia.
La Policía liberó a Hornbeck días después de que su captor, el gerente de una pizzería que abusó reiteradamente de él, secuestrara a otro chico de la ciudad, Ben Ownby, de 13 años.
Elizabeth Smart, nueve meses oculta a pocos kilómetros de su casa
Elizabeth tenía 14 años cuando en 2003 un hombre entró en su dormitorio de madrugada, en la localidad de Salt Lake City (Utah, EE UU) y se la llevó. La Policía la encontró nueve meses después en compañía de Brian David Mitchell, su secuestrador.
Durante el juicio se supo que Elisabeth había sido repetidamente violada y que la obligaba a ver películas pornográficas.
Encontrar a Elizabeth no fue fácil. Una de sus hermanas escuchó al hombre entrar en el dormitorio. Al principio su testimonio no sirvió a la Policía, pero pasados unos meses la pequeña reconoció la voz del captor en uno de los empleados que la familia había contratado para una reforma de la casa. La familia acudió a varios programas de televisión y el secuestrador fue localizado con Elizabeth viva.
Natascha Kampusch, ocho años con su secuestrador
Durante su cutiverio, ella ha contado en un libro que puedo salir por breves espacios de tiempo de su habitación, en un apartamento en un suburbio vienés. También le dejaba ver televisión y leer libros. Sin embargo, durante todo el tiempo Natascha no paró de pensar en cómo escapar. "Me ha robado la infancia", contó en una entrevista a 20minutos.es
Fusako Sano, nueve años secuestrada en Japón
Hay que remontarse a noviembre de 1990, cuando Fusako Sano tenía nueve años, para remontarse a un caso que conmocionó a Japón. Fusako fue secuestrada en su localidad, Sanjo, tras asistir a un partido de béisbol. Su captor la tuvo nueve años y dos meses prisionera en el apartamento superior al que él mismo compartía con su madre.
Fue precisamente la madre del secuestrador quien llamó a la Policía para alertar del comportamiento extraño de su hijo. Así Fusako fue liberada. Había permanecido todo ese tiempo a solo 55 kilómetros de su casa.
Joseph Fritzl, el monstruo de Amstetten
Por su crueldad, cabe destacar el caso de Josef Fritzl, un hombre de 73 años que mantuvo a su propia hija Elisabeth durante 24 años presa en un zulo-prisión en el sótano de su vivienda en la ciudad austríaca de Amstetten. La hija tenía 42 años cuando fue liberada y en todo ese tiempo sufrió reiterados abusos sexuales. De hecho, Fritzl es el padre de los hijos que Elisabeth tuvo en el sótano donde estaba recluida. La detención de Fritzl fue posible después de que accediera a llevar al hospital a Kirsten, una de las hijas-nietas, gravemente enferma.
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