Adrien Brody, todavía en los cines con El profesor, no deja las aulas en su nueva película, High School, aunque con un rol muy distinto: vende marihuana a los estudiantes y, sin posicionarse a favor, dice que hay "sustancias más peligrosas en el mundo que son demasiado habituales".

El cine independiente parece interesarse también por un género tan comercial como las comedias de instituto y Brody acompaña en High School, de John Stalberg Jr., a unos jóvenes que deciden intoxicar a toda la escuela con un pastel de marihuana cuando la dirección del centro decide expulsar a todos aquellos que den positivo en un test de detección estupefacientes.

Brody, que conquistó al mundo y al Óscar con El pianista, de Roman Polanski, explica cómo "un buen tercio de la música de 'hip hop' que escuchamos va dirigida a un sector que la fuma", si bien considera que su experiencia en el instituto fue diferente a la que se relata en la película, aunque tampoco estuvo exenta de trastadas que le pueden ruborizar.

"No puedo incriminarme a mí mismo, pero creo que es una idea tremendamente ingeniosa (la de la película). Y sí, puedo imaginarme a un grupo de adolescentes fumados haciendo algo parecido", confiesa.

Su adolescencia estuvo marcada, más bien, por los largos viajes en tren que tenía que hacer para acudir al Instituto de Artes de Nueva York, una escuela pública que le introdujo en la interpretación: "No era ideal, pero era mejor que los institutos locales en los que la tasa de abandono y la criminalidad eran muy altas".

Pero ni Brody ni High School pretenden moralizar, sino conectar con esa juventud que "no tiene miedo a nada porque no es consciente de las consecuencias de las cosas. No ha visto suficiente sufrimiento así que no reconoce su propia mortalidad. Esa es la belleza y la tragedia de la juventud: sentirse libre pero hacer cosas que pueden destruir su vida", comenta.

Brody, de 39 años, interpreta a un abogado que, tras un viaje a México, cambia la toga por la marihuana y se convierte en el camello Psycho Ed, a quien describe como alguien que "está extremadamente fumado y lleva tanto tiempo así que ya no vive en este mundo", y que no escatima en tatuajes, trenzas y muecas.

"Además integré un aspecto del personaje que hacía que siempre estuviera distraído y preguntando '¿Qué?'. Nos divertimos mucho porque se volvió constante durante la película y todos los personajes nos preguntábamos los unos a los otros '¿Qué?'", recuerda.

Brody empezó su carrera como actor dramático en títulos como La delgada línea roja, de Terrence Malick o Las flores de Harrison, además de la película que le dio el Óscar.

Sin embargo, en sus últimos trabajos ha interpretado a personajes que buscan la diversión del público: "Un actor tiene que ser un camaleón hacer papeles que vayan más allá de tus últimos trabajos o vivencia personales", argumenta.

Se ha obsesionado con los rinocerontes interpretando a Salvador Dalí en Midnight in París, de Woody Allen, viajó por la india dirigido por Wes Anderson en Viaje a Darjeeling y, tras años luchando contra las trabas de la distribución en España, por fin se ha le ha podido ver en las pantallas españolas vestido de luces para torear y enamorar a Penélope Cruz.

"Me enteré de que por fin Manolete ha salido en España. Es una pena que el proceso haya sido tan largo y costoso", dice en referencia a una película que se rodó en 2008 y, mientras en países como Estados Unidos ya se había editado el DVD, en España no se estrenó, por problemas legales, hasta el 24 de agosto de este año.

"El papel ha enriquecido mi vida en distintos niveles y me ha enseñado mucho sobre la cultura española. Me siento muy bienvenido y querido por la gente de España, más que en muchos otros sitios del mundo", concluye el actor.