Su historia aportó una pizca de belleza al drama que vivió hace algo más de un año Nueva Orleans tras el paso del Katrina.
Las portadas de los diarios de Estados Unidos se encargaron de airear, aquellos días, el romance de una joven pareja -Zackery Bowen y Adriane Hall- a la que el huracán había unido y que había decidido quedarse a vivir en el desolado barrio francés, sobreviviendo con escasos víveres y vendiendo alcohol.
El pasado martes, y tras saborear su última copa en el tejado del Hotel Omni Royal de Nueva Orleans, Bowen murió tras arrojarse desde las alturas y con una macabra nota en su bolsillo.
En ella, confesaba que había despedazado a su novia hacía dos semanas. Antes la había estrangulado.
Los restos de Hall fueron encontrados en diferentes rincones de la casa que compartían: el torso, envuelto en una bolsa, estaba en la nevera; la cabeza, en una cazuela.Según un diario, en una segunda nota encontrada en su vivienda, Bowen revelaba cómo había gastado en las dos últimas semanas -tiempo que convivió con el cadáver de su novia- cerca de
Además, escribía: "Me doy miedo a mí mismo. No por el hecho de estar tranquilo a pesar de haber estrangulado a la mujer a la que he amado durante un año y medio, sino porque no siento ninguna culpa".
Los que conocían a este joven de 28 años le describían como un muchacho extrovertido que mantenía una buena relación con su pareja.
"Me cuesta relacionar al Bowen que yo conocía con la persona que ha hecho esto", declaró el encargado de una tienda de bicicletas que frecuentaba el muchacho.
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