Lorenzo Silva, el ganador de la 61 edición del Premio Planeta, ha logrado el galardón con mayor dotación de nuestras letras (601.000 euros) gracias a La marca del meridiano, una nueva entrega de su pareja de investigadores Rubén Bevilacqua y su ayudante Violeta Chamorro.

¿Cómo es que presenta con seudónimo una obra cuyos protagonistas son tan conocidos?

Pues no por ocultar mi identidad al jurado, sino al público. No quieres que ande tu nombre rondando en las quinielas y que luego encima no te lo den y te graben a ver si miras con rencor al ganador. Da mal rollo.

¿En qué va a gastarse tanto dinero?

Pues soy muy poco caprichoso y tengo familia numerosa y dos casas en dos ciudades... No necesito más que tranquilidad para mi familia.

¿Algo que decir que arroje luz sobre la leyenda y a veces mala fama de este premio?

A ver, cuál es la pregunta.

¿Ha sido de encargo?

Creo moderadamente en la literatura de encargo. Una vez me pidieron una juvenil, la escribí y logré muchos lectores. A veces puede ser un buen camino. Pero aceptar un premio de encargo es uno de los suicidios más estúpidos que puede hacer un escritor.

Ya tenía usted el Nadal, ahora el Planeta... Parece que la novela negra sigue subiendo escalafones ¿aspira al Nacional?

Igual no me toca ya ninguno más. Bastante contento estoy ya con que la novela negra en este país haya tenido y tenga grandes premios.

Apela usted al entendimiento...

Sí, por favor, porque yo tengo una casa en cada sitio (Barcelona y Madrid)... No quiero que nos dispersemos, creo que Cataluña sola no puede tanto y que España sin Cataluña, tampoco. Yo lo veo así y también he querido hacer en mi novela un agradecimiento a Barcelona.

Lorenzo Silva nació en Madrid en 1966. Entre sus novelas más conocidas figura La flaqueza del bolchevique y El alquimista impaciente, que fue Premio Nadal 2000.