Hatakeyama retrata los efectos devastadores sobre el paisaje de las minas a cielo abierto

  • Las minas calizas y de carbón, las acerías y las grandes factorías industriales son el terreno de trabajo del artista japonés.
  • Retrata con estilo clásico, precisión e iluminación romántica el perverso efecto en el paisaje natural de las explotaciones intensivas.
  • "Historias naturales" presenta una antología de su obra durante los últimos 25 años.
Japón consume cada año 200 millones de toneladas de caliza, extraídas de minas a cielo abierto como ésta
Japón consume cada año 200 millones de toneladas de caliza, extraídas de minas a cielo abierto como ésta
Tokyo Metropolitan Museum of Photography © Naoya Hatakeyama, courtesy Taka Ishii Gallery
Japón consume cada año 200 millones de toneladas de caliza, extraídas de minas a cielo abierto como ésta

Naoya Hatekayama (Iwate-Japón, 1958) creció en una zona donde las fabricas de cemento son abundantes. La piedra caliza, elemento necesario para la elaboración del material, es prácticamente el único recurso natural que tiene Japón. Cada año 200 millones de toneladas de caliza se extraen de minas a cielo abierto de todo el país, horadando el terreno y cortando colinas.

Cuando comenzó a trabajar como fotógrafo, hace un cuarto de siglo, Hatekayama regresó al escenario que había rodeado su infancia. Su obra está dedicada a mostrar el efecto devastador sobre el paisaje natural y el medio ambiente de las explotaciones intensivas.

Una retrospectiva del trabajo del fotógrafo, uno de los paisajistas más famosos de Japón, se exhibe en Natural Stories (Historias naturales). La exposición está en cartel hasta el 4 de noviembre en el Museo de Arte Moderno de San Francisco (Sfmoma), en EE UU. Las entradas para adultos cuestan de 13 a 18 dólares (entre 10,5 y 14,5 euros).

Fotos hermosas de temas desagradables

Lo más desconcertante de las imágenes de Hatakayama es que su aproximación a los destrozos causados por la explotación indiscrimnada de los recursos naturales es clásica: fotos de gran formato, enorme precisión, composición clásica y luz romántica —casi siempre del atardecer—. El resultado propone así una reflexión entre la belleza plástica de la foto y los terribles efectos medioambientales del tema retratado.

"Durante los últimos 25 años, Naoya Hatakeyama ha hecho fotos que se centran en la complicada relación entre el hombre y la naturaleza", dice Lisa J. Sutcliffe, una de las comisarias de fotografía del museo. Los resultados de este enfrentamiento ya aparece en la primera serie de fotos que abordó, Hills (Colinas), retratos de canteras de caliza que realizó entre 1986 y 1991 en Japón, un país de gran densidad de población donde la demanda de cemento para vivienas y obras públicas es creciente.

Las canteras son como una ciudad en negativo

Después de observar que las canteras y las ciudades "son como imágenes negativas y positivas de una sola fotografía", el fotógrafo comenzó a investigar los centros urbanos construidos con piedra caliza y hormigón. En Underground (Bajo el suelo, 1999) explora las profundidades de tono negro de la "parte más vulnerable de Tokyo", los túneles del río enterrado Shibuya, revelando "los ecosistemas de la red de alcantarillado de la ciudad", que a menudo pasan desapercibidos.

Prosiguiendo con la misma ídea, se trasladó a Francia, donde fotografió los túneles bajo el Bois de Vincennes, un parque arbolado situado al este París, en Ciel Tombé fotografió, que se traduce literalmente como "cielo caído", que comparte la iluminación dramática de su serie sobre el Shibuya  y hace hincapié en la fragilidad de un entorno construido y semiabandonado, expuesto a los estragos del tiempo. Hatakeyama señala que en estos túneles "el cielo se ha convertido en una antigua capa de tierra que penetra por debajo de la ciudad en la que vivimos".

En Atmos (2003), el fotógrafo se centra en el paisaje que rodea a una fábrica de acero situada en el extremo este del delta del Ródano francés, parte del cual es un parque natural. Las imágenes de esta serie contrastan la serenidad idílica de la llanura donde el río Ródano se encuentra con el Mediterráneo con las nubes de vapor que se forman cuando el carbón utilizado en la fabricación de acero se moja con agua fría.

Vapor y esfera

"La etimología de atmósfera está formada por las antiguas palabras griegas para vapor (atmos) y esfera (sphaira). Una vez me enteré de esto, el aire que llenaba el ambiente y el vapor de la fábrica parecían fundirse en uno solo ante mis ojos. Ya no era extraño ver signos de humanidad en el cielo y la tierra, o sentir la naturaleza en la nube de vapor de la fábrica. Empecé a sentir que ya no sería posible trazar una línea clara en la frontera entre la naturaleza y lo artificial", escribe Hatekayama en el catalogo de la exposición.

Es en esta serie donde mayor calado tiene la dialéctica que plantea la obra del japonés: la fábrica parece a la vez tranquila y volátil, rodeada por luz dorada y oleadas de nubes de color pastel y la espesa atmósfera parece la de un lienzo de principios del siglo XX. "Al igual que los impresionistas, que abrazaron la vida moderna mediante la búsqueda de la relación del hombre y las nuevas tecnologías, Hatakeyama presenta nuevos paisajes que complican las fronteras convencionales entre la naturaleza y la industria", dicen los organizadores de la exposición.

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