4 de cada 100 niños tienen atención extra en el cole

Casi todos los 10.991 alumnos vascos discapacitados están integrados en las aulas. «Hay padres reacios a que sus hijos estudien con ellos en la clase».
Son chavales que acuden cada día a clase, como el resto de sus compañeros, pero que necesitan algún tipo de atención extra. La requieren 4 de cada 100 escolares en Euskadi porque tienen alguna discapacidad física o psíquica.
Este curso han sido 10.991 entre los 310.624 alumnos de la educación obligatoria y posobligatoria vasca. La mayoría de ellos (80%) han acudido a centros ordinarios. Allí tienen profesores, aulas de apoyo o programas de empleo protegido. También les respaldan servicios sociales y sanitarios.

Y ¿esto es positivo? «Mucho», responde Pedro Fernández, gerente de la federación vasca de asociaciones a favor de las personas con deficiencia (Fevas). Cuenta que los discapacitados progresan más y mejoran su autoestima. Sus compañeros captan valores como la solidaridad o la tolerancia. Ésto es integración inversa.

Pero aún queda camino por recorrer y, sobre todo, en la escuela privada. «El rumbo es bueno, pero hay que ahondar más», asegura Fernández. Un chaval puede estar integrado escolarmente, pero no socialmente. Entra en juego también el ambiente en los recreos o la disposición de los profesores. Además, la educación privada sigue absorbiendo menor cantidad de alumnado con discapacidades. Sólo en Vizcaya la pública tiene 773 alumnos discapacitados más que la privada.

¿Por qué? «Viene de atrás y aún hay prejuicios», lamenta Fernández. Dice que algunos padres de los centros privados son reacios a que sus hijos estudien con chavales con discapacidad. Y las familias de los discapacitados creen que sus hijos estarán allí peor. Fernández incide en que  la educación privada tiene las mismas obligaciones que la enseñanza pública.

Los compañeros, muy bien

«Mi labor era traerlo de vuelta cuando se aislaba», cuenta Blanca Merino, que fue maestra de un niño autista de siete años. Él iba a la ventana o a un rincón y Blanca le hacía regresar. Los compañeros, «muy bien». Ellos tomaban la situación como algo normal. «A veces, venían a mí y me decían si al niño le pasaba algo». Ahí también hay una labor de concienciación del tutor. De todos modos, una profesora de apoyo estaba en todo momento con el niño. «El otro día, me lo crucé por la calle y me llamó Blanca. Fue la mayor recompensa».

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