Roger Ballen trae a Europa su 'Manicomio' fotográfico

  • Presentan en Manchester una retrospectiva del polémico 'poeta del lado oscuro'.
  • Se muestran por primera vez algunas de las fotos de su última serie, 'Asylum'.
  • Las imágenes son, como es habitual en el artista establecido en Sudáfrica, sobrecogedoras, violentas y surrealistas.
Una de las fotos más conocidas de Ballen es la de este par de gemelos
Una de las fotos más conocidas de Ballen es la de este par de gemelos
Courtesy of the artist and Hamilton’s Gallery, London
Una de las fotos más conocidas de Ballen es la de este par de gemelos

Roger Ballen (Nueva York-EE UU, 1950) no se anda por las ramas cuando le toca reseñar el objetivo que persigue con sus fotos. "Mi propósito durante los últimos cuarenta años ha sido definirme. Hacer fotos es fundamentalmente un viaje psicológico y existencial. Si un artista es alguien que dedica su vida a intentar definir su ser, creo que se me puede llamar artista".

La obra de este fotógrafo, siempre polémica y dura, nunca acomodaticia o consoladora, llega a Europa este mes con la retrospectiva pertinentemente titulada Shadow Land (Tierra de sombras), organizada por la Manchester Art Gallery. La exposición se inaugura el 30 de marzo y estará en cartel hasta el 13 de mayo. Es una de las muestras fotográficas más esperadas de la temporada dada la influencia de Ballen, a quien con frecuencia han calificado como el poeta del lado oscuro de la imagen contemporánea.

Desasosiego y violencia

Shadow Land permitirá la contemplación por primera vez en Europa de algunas de las piezas de la serie más reciente del fotógrafo, Asylum (Manicomio): fotos casi conceptuales que parecen construir un santoral panteísta, cruzan la frontera del género e invaden el terreno de la escultura y la performance y producden una sensación de fuerte desasosiego y violencia.

Residente en Sudáfrica desde 1974, Ballen muestra ante el espectador todos los fantasmas de una persona que postula el dominio de las sombras sobre la luz solar en la historia de la humanidad: decorados construidos con esqueletos de animales, personas que posan con emociones extremas en interiores ruinosos, elementos de la mitología africana, caras pintarrajeadas que todo lo observan...

Criado entre fotógrafos

Criado en una familia donde la fotografía era casi una religión (su madre, Adrienne Ballen, trabajaba como editora en Magnum, y los maestros Bruce Davidson y Andrè Kertesz eran amigos de la familia), Ballen empezó a trastear con cámaras en la adolescencia y siguió en ello mientras obtenía la licenciatura de Geología.

La muerte de su madre le hundió en una profunda depresión, de la que salió haciendo un viaje de cinco años sin una ruta establecida, en autoestop y con los bolsillos casi vacíos. Estuvo en Egipto, Grecia, Nepal e Israel, hasta que decidió establecerse en Sudáfrica.

Aunque había editado dos libros de estilo bastante clásico de los que hoy reniega, Boyhood (1974) y Dorps (1986), considera que su primera obra realmente personal es Platteland (1995), donde a la narrativa documental se une por primera vez la búsqueda personal mediante el retrato desnudo de granjeros, parias solitarios y desheredados de las zonas  ganaderas y mineras del país. La obra fue muy polémica porque la imagen de Sudáfrica no era precisamente la que deseaban mostrar los gobernantes.

Desde entonces el viaje de Ballen ha sido personal y único. Formalmente radical y sin concesiones, sus series posteriores han profundizado en la mirada interior y en el género de la ficción documental: fotos con elementos de reportaje, pero intoxicadas por las fobias, neurosis, temores y búsquedas del autor.

Fotos "pintadas y esculpidas"

En Asylum la frontera entre realidad y ficción parece haberse borrado del todo. "El trabajo de Ballen entra en una nueva realidad fotográfica. Las fotos están pintadas y esculpidas y ya no se puede hablar de fotos de ninguna manera", dicen los organizadores de la exposición de Manchester.

La serie fue realizada en una enorme casa-almacén en estado de semiruina de un suburbio de Ciudad del Cabo. El propietario permite que en el lugar se alojen, a cambio de alquileres simbólicos, todos aquellos que no tengan un techo. La única condición que establece es que convivan en paz con los centenares de animales, sobre todo aves, que también pueblan el lugar.

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