No sé, algunas... Me gusta el cante flamenco porque yo vengo del jazz y es la única música que me produce las mismas sensaciones de vértigo y dificultad que el jazz. Me crié oyendo a Pepe Pinto y Manolo Caracol.
¿Ha cambiado de estilo?
No creo en los estilos, porque son dictaduras. Creo en las canciones, en las ideas, en las personas grandes...
Vive en Mallorca, ¿tiene síndrome de insularidad?
No, tengo síndrome de universalidad.
¿Cuántos idiomas habla?
Mallorquín, inglés, castellano... y con tres copitas de más y un porrito, todos (carcajada).
¿Pediría un Estatut para Baleares?
No, pero me parece muy bien que la gente se pelee por el Estatut, porque si se quejaran de que no tienen comida eso significaría que las cosas van mal.
Escribe de amor y de miedo, ¿qué emoción lleva a tomar más decisiones?
El miedo, el amor desgraciadamente ya no nos hace casi nada... hace que vayamos en contra todo el tiempo. ¡Maravilloso amor!
¿No será que está mitificado?
No, lo que tenemos es miedo a hacernos daño a nosotros mismos, y eso es por el sentimiento de culpa heredado de la religión católica.
¿Cantar es su terapia?
Sí, lo hago para no odiar… odiaría tantas cosas si no viviera en el arte... Canto para no volverme loca.
¿Es muy familiar?
Síiiii, tengo siete hermanos y me parto de risa con ellos.
¿Cree en el matrimonio?
Creo que hay que casarse para divertirse. Me casé una vez y me voy a casar muchas más.
¿Tiene hijos?
Tengo un hijo y voy a adoptar a un guineano. Ya que Occidente se ha traído tantas cosas de África sin permiso, los africanos podemos aportar otras cosas, como que a la gente se le quite el miedo a tener hijos.
¿En España hay mujeres machistas?
¿Qué dices? El querer mimar a ultranza a tu pareja es amor, porque lo haces como te enseñó tu madre.
Y el hombre se deja...
¡Clarooooo!, es él el que tiene el valor de aceptar que esa mujer, además de trabajar en la calle, se arrodille para ponerle las chanclas. Los hombres no aprenden a dejar de ser hijos, y cuantos más años cumplen es peor.
«Mi primer ‘no’ me costó un bofetón»
Buika se instaló en España cuando era una niña con su familia. Siempre tuvo clara su vocación. «Pensé que viviendo detrás de mis ideas no haría daño a nadie. Me fui del colegio sin tener el graduado y siempre hice lo que me gustó, cantar». Al principio su voz, desgarrada y sensual, no le gustaba. Su carácter fuerte lo lleva en los genes: «Mi primer ‘no’ como adulta, para no hacer la confirmación, me costó un bofetón de mi madre».
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