Alex Gross considera el mundo "espiritualmente profundo y culturalmente insípido", una mezcla de extremos de violencia y belleza. El consumismo, la marca, la globalización y un revoltijo de amores, odios y símbolos colman las apabullantes obras del pintor.

La galería Jonathan Levine de Nueva York inauguró ayer Product Placement (Colocación de productos), una colección de las obras más recientes del artista, neoyorquino de nacimiento, que vive y trabaja en Los Ángeles. Las 29 obras incluyen óleos, paneles y dibujos sobre papel que mezclan  el surrealismo más clásico con las perversiones de la publicidad y la propaganda.

Gross no deja pasar la oportunidad de reflejar en sus cuadros la falsa sensación de seguridad y la fealdad de los escenarios de la vida cotidiana, trufados de mujeres flacas absorbidas por la diminuta pantalla de un móvil, animales extintos, supermercados con una infinita cantidad de detergente, borregos, caras pixeladas...

Las marcas y los diferentes idiomas que emplea en los carteles -árabe, chino, japonés, hebreo, inglés- acentúan la universalidad del mundo entre apocalíptico y obscenamente cómodo que ilustra el artista. En su versión del pecado original, una serpiente observa cómo un lagarto bien vestido y una chica con un bolso de marca se disponen a beber Coca-Cola. La acción transcurre en un campo de flores amarillas del que asoman cabezas, la de Mao Zedong en primer plano. Una máquina expendedora con caracteres chinos sirve de árbol de la ciencia del bien y del mal.

En combinación con la exposición, que estará en cartel hasta el 24 de marzo, la editorial Ginko Press publicará Now And Then, The Cabinet Card Paintings of Alex Gross (Ahora y entonces, las pinturas de retratos de gabinete de Alex Gross) , un tomo que muestra 98 obras que el artista pintó sobre retratos del siglo XIX, convirtiéndo las fotografías de personajes anónimos en imágenes que recuerdan a las cartas de tarot.