Los Ángeles, la ahora segunda urbe más poblada de los EE UU, era una ciudad de un millón y medio de habitantes, un coche nuevo valía unos 700 dólares (unos 530 euros) y cada litro de gasolina costaba 2,5 centavos (0.02 euros).
Estados Unidos estaba a punto de entrar en la II Guerra Mundial y Ansel Adams (1902-1984) ya era un presitigioso fotoperiodista de 38 años. Trabajaba en un encargo para la revista Fortune, que le había pedido en un reportaje sobre la industria aeronáutica, que supuso la prosperidad y el comienzo del crecimiento de Los Ángeles.
Adams, uno de los fotógrafos más representativos de la pureza y el romanticismo del paisaje del Oeste americano, tomó más de 200 instantáneas en blanco y negro, en un estilo diferente al de sus obras más famosas. No se limitó al tema que le habían asignado.
"No las quiero de vuelta"
La galería Drkrm de Los Ángeles expone la serie completa de estas fotografías para el Fortune Magazine, que finalmente publicó un número reducido de imágenes en aquel reportaje.
El resto de las imágenes cayeron en el olvido incluso para el autor, que las redescubrió en los años sesenta y las donó a la biblioteca pública de la ciudad junto con una carta en la que criticaba la colección con dureza: "Hacía mal tiempo y ninguna de las fotos salió muy bien. (...) En cualquier caso, no las quiero de vuelta".
Las instantáneas de la vida diaria, los negocios, las calles, los viandantes y los pequeños mundos dentro de la antigua L.A. se han convertido en un testimonio de los paisajes y el modo de vida que la mayor ciudad de la Costa Oeste, con su crecimiento, ha perdido para siempre.
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