En uno de los collares de Margaux Lange, engarzadas en pequeñas moldura de plata unidas entre sí se amontonan 29 bocas con sus respectivas narices, todas perfectas.

"De pequeña estaba obsesionada con las barbies. Pasaba horas creando preciosos detalles para ella y su mundo en miniatura. Con ellas desarrollé mi destreza desde una temprana edad y reforcé mi atención en los detalles: habilidades indispensables para la joyería".

La neoyorquina de 32 años elabora sus abalorios con plata, resina y partes del cuerpo y del rostro de Barbie y Ken. Pulseras hechas con manos, broches de corazones aprovechando pechos, rosetones hechos de orejas... Desde que comenzó en el instituto aprovechando unas manos de Barbie para hacer un par de pendientes, Lange no ha abandonado a la muñeca en sus creaciones.

"Es una celebración de la cultura popular y de mi relación con las barbies", dice con amor nostálgico. Todavía se recuerda de niña cortándoles el pelo y "maquillándolas con rotulador". Tal vez por eso considera importante que haya tenido una vida antes -que un niño haya jugado con ella- y consigue los ejemplares en rastros y tiendas de segunda mano, aunque también acepta donaciones.

Juega con la baza de que, además de una muñeca, Barbie es un personaje del siglo XX, que suscita reacciones positivas y negativas desde que se inventó en 1959. Las reacciones a sus trabajos han sido para ella tan divertidas como variadas e incluso ha decidido recientemente abrir un microblog para recopilarlas. "Guay, pero escalofriante". "Parece el comienzo de la carrera de un asesino en serie". "Un gran uso de materiales reciclados". "Si fuera una chica, me lo pondría"...

Muchos aplauden el resultado, otros no pueden despegarse de la visión de Barbie como la de una mujer y se horrorizan al verla desmembrada en gargantillas, pulseras y broches: "Es indicativo de  su relación y sus sentimientos con el icono. Mi meta es crear arte con el que muchos puedan sentirse relacionados y creo que he tenido éxito en ese aspecto".