Laura Gallego habla sobre su último novela, Donde los árboles cantan (SM), una obra con la que ha huido de las sagas y  ha contenido la fantasía.

¿Qué tiene de diferente esta novela respecto a las anteriores?

Que no es una fantasía desbordante. Además es una historia cerrada, no es una saga, y eso también puede ser un aliciente.

¿Cuesta escribir con la presión de haber vendido 600.000 ejemplares de Memorias de Idhún?

Fue complicado. Pero decidí que no lo sería más. Escribo lo que quiero, y sé que hay libros que, sin ser mejores o peores, gustan más o menos. No todo va a ser un bombazo. Si escribes pensando en vender y gustar, al final te traicionas.

¿Le molesta la promoción?

Es cansado y repetitivo. Y además soy tímida. Por eso muchos escribimos, porque nos da vergüenza hablar en público. Cada vez se me hace más cuesta arriba.

¿Es de las que piensan que ya lo ha dicho todo en su libro?

Debería pensarlo y todos los escritores deberíamos pensar así. Lo ideal sería que cada uno sacara sus conclusiones y no dárselo todo mascadito.

¿Cambiaría su trayectoria?

No sé. Creo que ha sido muy rápido, pero llevo más de diez años en esto. Antes de publicar mi primera novela, había escrito 14 que no me publicaron. La primera era flojita, tenía 14 años... Fue bueno que las rechazaran; te ayuda a tener los pies en el suelo.

¿Qué es para Laura Gallego la literatura?

El universo de los mundos posibles, de las infinitas posibilidades. Con la lectura me di cuenta de cómo se ampliaba mi mundo, y quise crearme uno a mi medida.

Y a una escritora como usted, que habla de fantasía y evasión, ¿qué le parece la literatura comprometida?

Todo tiene cabida. Cada autor refleja sus inquietudes. Hay quienes preferimos reflejar otras realidades, y para el lector todas son compatibles. Es como la vida real: un día quieres una caña con amigos en el bar de abajo, y otro, un viaje a un lugar lejano.

A sus 33 años, esta valenciana ha publicado, entre otros, Finis Mundi, Memorias de Idhún y La leyenda del rey errante.