Los operarios sólo se ayudan del agua caliente a presión con lejía; el resto es presionar con la espátula hasta que todo salga fuera. Esa operación se repite una y otra vez, mecánicamente.
«Es un trabajo penoso y la espátula pesa mucho. La gente no se da cuenta, pero limpiar las calles resulta muy duro», relata Francisco Javier R., profesional que conoce bien el oficio de fregar cuando todos duermen.
El sábado concluyó el plan de choque contra la cera y, según el Ayuntamiento, es aún imposible cuantificar cuánta se ha recogido. Eso sí, no está claro quién pulirá el resto de calles del centro que no son peatonales y están provocando más de un resbalón.
A las dificultades se añade que, desde hoy, no se puede baldear con agua por el decreto de sequía, excepto en los mercados.
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