Lo pequeño nunca es hermoso

  • Antología en Londres de Thomas Struth, el fotógrafo de la monumentalidad.
  • Presenta obras con los temas favoritos del artista alemán: ciudades desoladas, enormes museos y templos, complejos científicos, abigarradas selvas húmedas...
  • Su discutido estilo está basado en que "toda fotografía aspira a ser un cuadro".
A Struth le gusta que sus fotos reflejen con objetivad los lugares majestuosos
A Struth le gusta que sus fotos reflejen con objetivad los lugares majestuosos
© 2011 Thomas Struth
A Struth le gusta que sus fotos reflejen con objetivad los lugares majestuosos

Thomas Struth (Gelden-Alemania, 1954) tomó buena nota del consejo que le dió en la década de los años setenta su entonces maestro, el artista plástico Gerhard Ritcher: "toda fotografía aspira a ser un cuadro".

Tanto le caló la idea que, al acabar sus estudios de pintura en la Academia de Düsseldorf y decantarse por la fotografía, decidió dedicarse a ponerla en práctica. Cuatro décadas más tarde sigue en ello.

Adalid de la monumentalidad fotográfica (sus copias rozan los cuatro metros de largo o ancho), Struth compone cada toma con afanes de simetría, profundidad y composición propios de la pintura. El momento le importa bastante poco, casi nada.

Recorrido por todas las épocas

En la veterana galería londinense Whitechapel está en cartel la antología Thomas Struth: Photographs 1978 - 2010 (Thomas Struth: Fotografías 1978-2010), un recorrido por todas las épocas del artista o, más bien, por sus temas más queridos, porque el estilo del alemán apenas ha cambiado con los años. Es la primera exposición de Struth en el Reino Unido en los últimos veinte años y ha despertado curiosidad.

Son 70 piezas, todas de enormes dimensiones. Retratan, con una frialdad objetiva intensa, paisajes urbanos vacíos, el interior de museos y templos (también de amplísimas superficies), instalaciones tecnológicas y científicas, zonas húmedas de selvática complejidad...

Thomas Struth: Photographs 1978 - 2010 incluye la icónica serie de visitantes de museos, casi siempre con aspecto de turistas de vacaciones, contemplando obras cumbre del arte occidental, desde el David de Miguel Ángel en Florencia hasta Las Meminas de Velázquez en el Museo del Prado. En ninguna de las fotos aparece la obra contemplada. El fotógrafo elige retratar a quienes observan.

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