"Fotografiar a todo el mundo". La consigna vital de Diane Arbus (1923-1971) era exigente. Escogía a los raros, a los que la sociedad miraba de reojo. Con ellos trababa amistad, compartía una intimidad que emergía en retratos de soledad y marginación.

La Tate Modern de Londres recopila algunas de las fotos más representativas de la obra de Arbus y las expone en la serie Artists Room, dedicada a comprimir en una selección precisa la producción de algunas figuras mayores de las artes plásticas del siglo XX.

Una vez mostradas en la sede de la Tate Modern en Londres, las fotos inician un recorrido itinerante por otros museos de Inglaterra y Escocia.

Las fotos elegidas de Arbus son 45, del período que va de 1958 hasta su muerte, por sobredosis de barbitúricos, en 1971. En estos años ya era una artista consagrada que había publicado en las revistas más prestigiosas de los EE UU. Sin embargo, seguía empeñada en una búsqueda existencial que integraba la fotografía y la vida y le causaría profundas depresiones.

La exposición de la Tate incluye copias vintage realizadas a mano por la fotógrafa, entre ellas una de la Caja de 10 Fotos, de la que solamente existen una decena de ejemplares en el mundo. La que se expone en Londres se la regaló Arbus a su marido.

Empeñada en fotografiar "las cosas como son" y en empatizar con sus modelos hasta límites casi inhumanos, Arbus cazaba a gente que le llamaba la atención, se presentaba, charlaba y llegaba a conocer a sus modelos, a los que a veces acompañaba durante días. Sólo empezaba a hacer fotos cuando consideraba que la barrera del desconocimiento estaba rota.

Considerada una pionera de la foto híbrida entre el documentalismo y el arte, prefería elegir a las personas que vivían en los márgenes de la sociedad. Lo hacía, aseguraba, no por el deseo morboso de obtener el retrato de un freak, sino porque sentía una intensa curiosidad por los distintos.