La boda puntual, tradicional y amable de los príncipes Guillemo y Catalina

Los duques de Cambridge, Guillermo y Catalina, a bordo de la calesa State Landau, de 1902, camino del Palacio de Buckingham.
Los duques de Cambridge, Guillermo y Catalina, a bordo de la calesa State Landau, de 1902, camino del Palacio de Buckingham.
Phil Noble / REUTERS
Los duques de Cambridge, Guillermo y Catalina, a bordo de la calesa State Landau, de 1902, camino del Palacio de Buckingham.

Seguramente a Kate Middleton (Berkshire, 1982, atractiva pero no voluptuosa, discreta, dientes perfectos)  le resultó corta la ceremonia nupcial a la que había dedicado tantos ensayos -el último, ayer mismo-  y que, en apenas unos minutos, la convirtió este viernes, 29 de abril, en princesa Catalina y en esposa del príncipe Guillermo, segundo en la línea sucesoria británica.

Bastaron unos minutos, unas palabras de compromiso y que el príncipe colocara, no sin cierta dificultad, la alianza diseñada por la reputada joyería Warski en su dedo anular para que el matrimonio fuera un hecho. Luego, casi como un sueño, llegó el paseo en carroza hasta el Buckingham Palace sin una gota de lluvia, pese a las previsiones meteorológicas, y una multitud agitando banderas y ovacionando a los recién casados, a quienes todo el mundo parecía querer ese día un poco.

Tradición y modernidad

Muchos han sido los elogios que los medios internacionales y nacionales han dedicado a este evento que, sin ser una boda de estado, ha logrado una extraordinaria repercusión mediática. La ceremonia transcurrió en la abadía de Westminster con una puntualidad británica (entre las 9.15 y las 10.45 llegaban el grueso de los 1.900 invitados; a partir de esa hora y las 12.45, lo hacían políticos, personalidades, miembros de las casas reales, el novio y sus familiares. La novia, a las 12.00 en punto). No hubo imprevistos. Las músicas, entre ellas la épica I am glad, sonaron en el momento adecuado;  los novios, ligeramente nerviosos, no olvidaron las reverencias y la novia no perdió la sonrisa mientras intercambiaba miradas cómplices con su prometido, la melena casi suelta, luciendo un vestido aparentemente sencillo pero firmado por la casa de alta costura Alexander McQueen.

Los cronistas destacaron la idónea combinación de "tradición y modernidad" del acto, acorde con los tiempos de crisis actuales. También hablaron de "sencillez",  y "elegancia", mientras comparaban la actual celebración con el boato que había protagonizado el enlace del príncipe Carlos y Lady Di 30 años atrás, con varios cientos más de invitados y metros de tela. Kate -Catalina-, además, fue alabada por su saber estar y su sofisticación "natural".

Isabel II, pletórica

También la estricta Isabel II de Inglaterra pareció complacida con la ceremonia. La reina, que no había disimulado su incomodidad en el casamiento, unos años atrás, del príncipe Carlos y la condesa de Cornualles, mostró esta vez una actitud muy positiva, sonrió en varias ocasiones e, incluso, llegó a decir que estaba siendo "un día maravilloso".

Glamour medido

El protocolo, que obligaba a que las invitadas fueran de corto, impidió grandes desmanes en el plano textil. Los mayores vítores anunciaron la aparición de los Beckham -Victoria de oscuro riguroso y vistiendo uno de los modelos de su propia firma, de trazo minimalista y que apenas revelaba su embarazo; David, con  un peinado más clásico de lo habitual y con chaqué, impecable. Después, la socialitè Tara Palmer electrizaba la puerta norte del templo y ensombrecía los tonos pastel del resto de invitadas con un vestido en azul intenso, una figura impecable y un tocado puntiagudo y vertical.

La comitiva española

La reina Sofía, también de azul, escogió un modelo de Margarita Nuez mientras la princesa Letizia lució un diseño en un discreto tono terracota con un sombrero de tamaño pequeño y con ala plegada a juego. El príncipe Felipe, de uniforme, completaba la comitiva española, ya que Don Juan Carlos no acudió,  como ya había confirmado hace unos meses. La Casa Real española ha explicado que el Rey no tiene costumbre de acudir a las bodas de otras casas reales, como tampoco es costumbre de la reina de Inglaterra.

Otra de las invitadas que más miradas acaparó es Pippa Middleton, hermana de la novia, que entró a la abadía de Westminster vestida de blanco -era dama de honor de Kate- y cogida del brazo del príncipe Guillermo. Sus recientes admiradores ya han creado para ella un grupo en la red social de Facebook.

Tras la ceremonia y una recepción, la pareja tenía previsto asistir a una fiesta nocturna en el palacio de Buckingham al que Isabel II no acudiría y en el que Enrique de Inglaterra, padrino de la ceremonia, tenía planeado decir unas palabras.

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