Ana R. Cañil recrea las vidas entrecruzadas de una funcionaria y una presa de la madrileña cárcel de Ventas en los 40

La periodista y escritora madrileña Ana R. Cañil ha recreado en su última novela, 'Si a los tres años no he vuelto' (Espasa), las vidas entrecruzadas de dos mujeres en los años 40, concretamente, la de la carcelera María Topete y la de una joven presa embarazada cuyo novio comunista se ve obligado a abandonar España en 1939, Jimena Bartolomé, una historia que se desarrolla en la cárcel de Ventas de Madrid.
La escritora Ana R. Cañil hoy en Sevilla
La escritora Ana R. Cañil hoy en Sevilla
EUROPA PRESS
La escritora Ana R. Cañil hoy en Sevilla

En una entrevista concedida a Europa Press, la escritora, que en 2008 ganó la XXV edición del Premio Espasa de Ensayo con 'La mujer del maquis', también basado en la posguerra española, ha manifestado que llevaba cinco años investigando a la que fuera directora de la prisión maternal de Ventas durante 26 años, la Topete, como era conocida, cuando decidió escribir este libro.

Para Cañil, el expediente de esta mujer, al que pudo acceder no con poco trabajo al no contar la carcelaria con descendencia directa, es "muy interesante", empezando por el hecho de que, después de pasar siete meses en las cárceles de los milicianos, María Topete llegó a la conclusión de que "una de las maneras de contribuir a que el país no se volviera a torcer era ayudar a reconducir a las presas republicanas que tenían hijos", motivo por el que acudió como voluntaria a finales del 39 a la citada cárcel de Ventas para dirigirla.

Al respecto, la escritora madrileña ha comentado que la Topete murió en el año 2000 habiendo vivido cien años, si bien, había pertenecido a una clase burguesa y aristocrática. Así, en el libro relata cómo la carcelaria, personaje real de la historia, y Jimena, personaje ficticio, fueron dos mujeres criadas de forma muy distinta, perteneciendo la primera a los famosos militares Topete, si bien la segunda era "una chica de un medio rural, lo que hace 30 años era llamada una paleta, que se enamora de un señorito que se hace rojo, Luis Masa".

De esta forma, en el centro penitenciario ambas mujeres luchan por sus creencias, estableciéndose "un duelo lleno de grandezas y miserias" en el que María Topete trabaja para reconducir el sistema y Jimena por conseguir su libertad. Sin embargo, tal y como ha podido contrastar la autora de la novela a través de encuentros con algunas mujeres encarceladas en aquel momento, resulta paradójico que en un ambiente de prisión hubiese tiempo para las risas, porque "había mucha solidaridad entre las mujeres", recuerda, al tiempo que llantos y tristeza cuando una mujer "se enteraba de que habían fusilado a su novio, o de que a la mañana siguiente iban a fusilar a una compañera".

Al hilo de esto, Cañil ha hecho referencia a que "hoy muchísimas mujeres somos beneficiarias de la batalla de muchas jimenas porque, salvo la propia Jimena, el resto de personajes de la novela son reales, como es el caso de Trini Gallego, Petra Cuevas, Angelita o Pepita" y se ha mostrado convencida de que "Jimena y María Topete serían dos demócratas en la actualidad", y es que, "a lo largo de los últimos 35 años lo hemos hecho muy bien".

Niños robados y entregados

Tal y como ha señalado Ana R. Cañil, en el trasfondo de la historia reside el hecho de "bebés robados" durante el franquismo, ante lo que ha establecido una diferencia entre los actos llevados a cabo en los primeros años de la posguerra y los efectuados en los años 60 y 70. Así, la madrileña ha mencionado que en los 40, los niños "no necesitaban ser arrancados de los brazos de su madre, ya que se trataba de mujeres republicanas que tenían a sus maridos fusilados o torturados y no era nada difícil" que entregasen a sus hijos al advertirles que, de no ser así, los mismos "se convertirían en asesinos o prostitutas".

En este sentido, ha explicado que, en esta primera parte de la posguerra, estos hechos tenían una base "ideológica", la misma base que compartía el coronel y psiquiatra Vallejo-Nágera, quien pensaba que los hijos de los marxistas corrían el riesgo de "contaminarse" de esta corriente, por lo que "había que salvarlos como buenos católicos", idea que la Topete compartía, "creía que había que redimir a esos niños". Por contra, la autora del libro ha querido destacar que, en los últimos años de la dictadura franquista, los motivos que llevaron a que se produjesen estos "robos" fueron bien distintos, estando centrados estos en una "corrupción económica".

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