La Policía dice que los martillazos que mataron al cura en 2007 fueron dados por una persona "muy fuerte"

La policía científica no encontró pruebas de ADN ni dactilares de Marius y Ramona en el domicilio del sacerdote
El acusado, segundo por la izquierda, y la acusada, quinta por la izquierda
El acusado, segundo por la izquierda, y la acusada, quinta por la izquierda
EP
El acusado, segundo por la izquierda, y la acusada, quinta por la izquierda

Los agentes de la Policía Científica que este jueves han prestado declaración en la segunda sesión de la vista oral en la que un jurado popular juzga el asesinato en 2007 de un sacerdote en su casa de Murcia, han declarado que los martillazos por los que falleció la víctima debieron ser asestados de forma "contundente" por una persona "muy fuerte", y que la cinta y la ropa con la que ataron el cuerpo estaban "muy apretadas y con especial ensañamiento".

De la misma forma, la Policía Científica ha descrito que las salpicaduras de sangre en el recibidor alcanzaban "el techo", por lo que deducen que había salido despedida como consecuencia de un golpe asestado "con violencia" y a una persona que se encontraba de pie.

El martillo de enlosar con la cabeza de goma, que los agentes creen que podría ser el arma homicida, fue encontrado debajo de la cama de la víctima con el mango doblado ligeramente, "posiblemente por la violencia de los golpes", aseguran. "Para doblar el martillo hay que hacer mucha fuerza, desde luego, porque hay que hacer efecto palanca", resaltó uno de los agentes.

Según la versión del Fiscal, José María Esparza, la acusada, Ramona M., "no fue capaz de asestar por si sola" los martillazos que provocaron la muerte de la víctima porque "posee una fuerza inferior". Así, sostiene que la acusada tuvo que cometer el crimen ayudada por su entonces pareja sentimental, Marius N., cuya defensa sostiene que ni siquiera presenció los hechos, y pide su absolución.

En este sentido, los dos agentes encargados de la inspección ocular y la recogida de muestras de la casa del sacerdote fallecido en 2007 no encontraron en su análisis ninguna huella de ADN ni dactilar que corresponda a los acusados, según han reconocido en la vista oral, que tiene lugar en la Sección Tercera de la Audiencia Provincial.

De hecho, los agentes sólo encontraron, en una toalla, ADN de un amigo del sacerdote que solía ayudarle a hacer "chapucillas" y frecuentaba la casa, por lo que la Policía Judicial descartó que tuviera alguna relevancia. Asimismo, los agentes tampoco encontraron ninguna huella dactilar "que pudiera aportar nada a la investigación".

Uno de los policías especializado en inspecciones oculares ha explicado que había dos tipo de pisadas distintas en la casa. En concreto, los agentes encontraron, tanto en el recibidor como en la habitación de la víctima, una huella correspondiente a un calzado de mujer de la talla 37 a 39, de una marca determinada.

La otra huella fue encontrada sólo en el recibidor y era una marca "genérica" de un zapato, pero que los agentes no pudieron identificar en el análisis posterior.

La Policía Científica descartó que alguna de estas pisadas pudiera pertenecer a alguno de los agentes que entraron en la casa en un primer momento, ni a la vecina que encontró el fallecido porque compararon sus huellas con las encontradas. Igualmente, rechazaron la posibilidad de que las pisadas fueran efectuadas por los dos individuos de nacionalidad rumana, conocidos de Marius, que entraron dos días después del hallazgo del cadáver en la casa para robar.

Uno de los policías ha explicado que encontraron manchas de sangre sobre el telefonillo, así como una mancha de arrastre de sangre sobre un armario empotrado y efectos que supuestamente llevaba el sacerdote, como un reloj, unas gafas y las llaves del coche, tendidas sobre el suelo.

A continuación, la policía encontró un charco de sangre desde el recibidor hasta la entrada de la habitación, y el cadáver estaba amordazado con una bufanda y cinta americana, que le habían atado desde las manos hasta la boca de forma "muy apretada". Además, le habían anudado una camisa azul a la altura de los tobillos y atado con ella al larguero de la cama.

"esto ya me lo esperaba yo"

Al parecer, el chico que hacía "chapucillas y arreglos" al cura, quien a cambio le dejaba aparcar la moto en su plaza de garaje, delante de su coche, exclamó al conocer la noticia: "esto ya me lo esperaba yo", según ha reconocido una vecina de la víctima mortal en la segunda sesión de la vista oral.

En la sesión de este jueves también prestó declaración una amiga próxima del fallecido que acostumbraba a llevar a casa del cura platos de comida caliente porque era conocedora de que "vivía solo". Así, recordó que la relación que les unía se remontaba a su adolescencia y por un momento en el que el sacerdote le ayudó a superar la muerte de un hijo.

La amiga recordó que comenzó a preocuparse por el sacerdote porque no contestaba a sus llamadas. Transcurridos unos días, acudió al edificio de la víctima, para comprobar lo que sucedía y porque pensaba que "pasaba algo".

La mujer sabía que el sacerdote estaba enfermo y que presentaba problemas de tensión. No obstante, ha señalado que lo veía "algo más que enfermo, estaba triste y preocupado". Además, ha puntualizado que el sacerdote "ya no quería que le llevase comida" y que la obligó a subir hasta su casa por el ascensor, en vez de por las escaleras como hacía habitualmente porque "muchas veces había gente" en los peldaños.

En cualquier caso, dijo haber visto "mucho desorden en su casa", y recordó que una vez, unos dos meses antes del asesinato, encontró en el salón a una persona en pijama que no había visto nunca. En aquel momento, el sacerdote trató de evitar que la mujer lo viera, aunque después del crimen, la amiga fue capaz de reconocerlo en fotos.

A pesar de que en aquel momento lo identificó "sin ningún género de dudas", hoy ha confesado ante el jurado popular, la jueza y los dos acusados, que no era capaz de identificar a la persona que vio en la casa con Marius N., quizá "porque le ha crecido el pelo". A preguntas del abogado del acusado, la mujer ha reconocido que no ha sufrido ningún tipo de amenaza por parte de su cliente.

Hallazgo del cadáver

El cadáver del sacerdote fue encontrado por la vecina que, según reconoció hoy en la vista oral, estaba en posesión de una copia de la llave de entrada a la casa del cura porque él mismo se la había dado. "Era muy olvidadizo y me preguntó si quería tener una llave", afirma.

Tanto la vecina como la amiga decidieron entrar en la casa tras advertir que estaba cayendo agua de la vivienda del sacerdote al garaje del edificio. Además, la amiga estaba preocupada porque el sacerdote no contestaba a las llamadas de teléfono.

Por este motivo, decidieron subir hasta la casa del sacerdote y llamar al timbre pero, como no contestaba, decidieron abrir la puerta. La vecina accedió sola a la casa y recorrió el pasillo, desde la entrada hasta el baño. En su camino de regreso, giró la cabeza y advirtió un charco de sangre muy grande y el cuerpo del sacerdote tendido en el suelo, por lo que exclamó: "está muerto aquí".

El jurado popular también ha tenido la oportunidad de ver los vídeos de las declaraciones que hicieron ante la jueza, tras ser detenidos, los dos individuos de nacionalidad rumana, F. y A. conocidos de Marius, que entraron en la casa del sacerdote con la intención de robar.

Uno de ellos, A. reconoció que había viajado a Murcia desde Rumania con 400 euros prestados por Marius, quien le prometió encontrar trabajo pero, a su llegada, le exigió que le acompañara a robar. El individuo acompañó a Marius y a otros dos compatriotas a robar a la casa del cura, pero finalmente, A., se echó para atrás y salió corriendo de la vivienda.

En su declaración, A. dice suponer que Marius ha sido el autor del asesinato porque "le faltaba el dinero y porque le había obligado a ir a robar a esa casa". De hecho, recuerda que el acusado le había dicho que "tenía que ir a casa del viejo -el sacerdote- para quitarle el dinero".

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