Esta habitante del pueblo de Madoul, en Chad (África central) recuerda cómo durante muchos años, al igual que el resto de mujeres, "iba a buscar agua a un pozo que tenía el agua llena de gusanos. La gente tenía enfermedades, diarreas, picores en la piel, llagas...", explica. Un camino de más de dos horas que la conducía a ella y su familia a una pésimas calidad de vida.
Pablo Tosco / Oxfam IntermonLa vida de esta mujer etiope era especialmente dura cuando no podía acceder a agua limpia cerca del poblado (kebele) donde vive. "Dedicaba hasta cinco horas al día a buscar agua", según cuenta, además de tener que ocuparse de los niños, la comida, cultivar las parcelas familiares, lavar la ropa y recolectar leña.
Pablo Tosco / Oxfam IntermonSu región, situada en pleno Sahel (el límite sur del desierto del Sáhara), se ha visto golpeada históricamente por las sequías, que no solo han limitado la capacidad agrícola y ganadera de la zona, sino que ha supuesto una auténtica dificultad a la hora de encontrar agua para consumo humano. Ahora gozan de una fuente con bomba gracias a la solidaridad internacional, y se han logrado reducir las enfermedades cutáneas en más de un 50%, según informa Oxfam Intermon.
Pablo Tosco / Oxfam IntermonVive en un barrio humilde de Monrovia, capital de Liberia. Su vida sufrió un vuelco por la propagación del virus del ébola, que se llevó la vida de sus dos padres y la de tres de sus hermanos. En su casa, donde vivían 18 personas, ahora son 13. Ella misma estuvo ingresada en un centro por miedo a que estuviera infectada y sufrió en sus propias carnes el desprecio y el estigma de sus vecinos, que no querían si acercásele.
Pablo Tosco / Oxfam IntermonEl 8 de noviembre de 2013, hace ya más de un año, el tifón Haiyan arrasó Filipinas, matando a más de 5.200 personas y dejando a otros 16 millones sin hogar. Shirley Calinawan, una mujer de 32 años y madre de cinco niños, tenía hasta entonces una vida sencilla, centrada en cuidar a su familia y vender los productos agrícolas que ella y su marido cultivaban. Todo cambió tras el Haiyan. "No había agua, no comida. Teníamos miedo de beber de la única fuente que había porque el agua estaba turbia", recuerda.
Oxfam Intermon"Dedicaba hasta cinco horas al día a buscar agua", recuerda.Su suerte cambió gracias a la ONG internacional Oxfam Intermon y a la local Acts of Compassion, que colaboraron para construir en su pueblo un pozo de bombeo natural (ver foto).
Pablo Tosco / Oxfam Intermon