A eso de las ocho menos veinte de ayer pintaba muy negro para Luxemburgo. El Madrid caía ante la Real 2-0 (el primero, tras una torpeza de Roberto Carlos y un penalti inexistente) y jugaba con diez.
Quedaba apelar al espíritu y surtió efecto. El equipo se unió para resistir y en un minuto volteó el partido: acortó distancias Raúl Bravo y empató Zidane, en lenta mejoría. Y Luxemburgo pudo respirar. No así su segundo, Campos, que hoy puede ser cesado tras acusar a Guti en un medio brasileño de simular una lesión para no jugar ante el Barça.
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